sábado, 31 de enero de 2015

ME propongo ir leyendo y seleccionando los textos del diario desde 2010 hasta la fecha. Cuando me pongo en la tarea de libar en las flores propias, todo me resulta extraño, ajeno, desmedido, ensoñado. Pareciera que el mismo diario comenzó a bifurcarse en distintos jardines. Por ellos voy deambulando con la idea de podar y podar. Casi ocho años de escritura ininterrumpida no es más que una cifra falsa y pendenciera. No hay tiempos en la palabra, en esa palabra literaria que es la rosa. No hay tiempos ni tampoco existe el hombre que las urdió con detenimiento y tesón. Tan solo una sombra liviana, proyectada en la memoria nebulosa de un individuo, de un hombre solo.
En esos jardines se observan pisadas en la tierra que ofrecen una transformación y una permanencia. Me agacho para tocarlas con las manos, pero cuando mis dedos están ya cerca de las hormas clavadas en la tierra, estas desaparecen. Quizás no existan esas pisadas más que en mi memoria, es decir, en ningún sitio, y puede que escribir no sea más que acudir al sonido de la flauta de siringa, de la rueca incesante que dialoga con esa pérdida contenida en nosotros; o quizás en esos merodeos, no hacemos más que volver a pisar por los mismos pasos de antaño, siempre los mismos, siempre diferentes.



martes, 27 de enero de 2015

TU silencio mortal sobre mis ojos,
tu mano blanca ya desposeída,
la ausencia toda en el recuerdo,
ser algo en nada siempre es esta vida.
[...]

domingo, 25 de enero de 2015

ESTA TARDE he conocido como nunca la muerte, la muerte en la vida. Me ha dado la mano con una fuerza que atenazaba no solo mis dedos sino todo mi cuerpo y me ha mirado sin ver, me ha contemplado. Mi mano tiritaba, pero me impedía soltarla. Sudaban como el sueño de un centauro. Todavía, pasadas unas horas, percibo ese temblor primero en mi piel.  


viernes, 23 de enero de 2015

UNA MAÑANA, quizás una tarde envuelta en ocaso, o en la noche luminosa de la vida, puede que todo recobre su cuerpo y su esencia. 

***

Pienso que la vida, lo que nos llega a nosotros como tal, va enmarañando y colocando capas que nos alejan de lo visible al ánimo. Es un desenfoque continuo la vida, un ir deshaciendo lo que ya teníamos como seres. La naturalidad se va alejando de nosotros; tratamos de justificar los actos en relación con las opiniones sociales; los artistas crean ya para ser aplaudidos (aunque el aplauso sea sordo, ingrávido); los políticos han dejado de entender qué significan las mayúsculas. Las conversaciones se sustentan en tópicos y escama la elaboración propia de ideas. 

He ido cediendo y tolerando acciones de los otros que no compartía en plenitud ya que siempre he tratado de situarme en una posición global y poliédrica ante las realidades y porque considero que no de otra forma puede uno vivir, al menos, sin sobresaltos. Una cosa es el bullicio y otra el silencio y la soledad, no es la vida igual en una y en otra.  
Con el tiempo, el margen de tolerancia ha ido diluyéndose a medida que he comprobado cómo los demás tan solo desean ser aceptados pero no aceptar ni entender jamás a uno. Cada uno a lo propio las más de las veces; en otras situaciones he optado por incorporarme al debate aunque tan solo aguante unos minutos, pero, en el momento en que uno enjuicia o discrepa o propone alguna actuación desde la ética más profunda y convincente todo se trastoca. Pareciera que los individuos dijeran: "no nos vengas con esas..."; "siempre igual, dándole vueltas a todo...", "siempre fuiste raro, tío", "qué especial eres...". Canciones de la vulgaridad y del sinsentido que ya, con algunas canas, voy dejando olvidadas para darle con la zambomba.

Días, palabras, hombres que van colocando a un mortal en una posición ante el todo. No todos somos iguales, ni todos entendemos la realidad de la misma manera ni todos llegaremos a ser todo en la vida. Eso es una claridad que va sobreponiéndose por encima de otras convicciones. Y creo que es lo primero que hay que aceptar para comenzar a vivir la vida que te toca.    

miércoles, 21 de enero de 2015

NO es cuestión de brevedad, ni siquiera de tiempo. Es la pulcritud con que uno se inmiscuye en la palabra literaria. Esa limpieza, en cuerpo y alma, necesita lentitud, selección, sinuosa confidencia en el silencio de todo. Por eso no comprendo otras actitudes ni otras acciones que tratan de invadir el sentido primero de la palabra poética. 

Hoy me ha sobrevenido un hastío ronco, de golpe metálico, tan rotundo como la zarpa de un tigre. Me he sentido muerto, inexistente. Todo cobró un valor vulgar y relativo, incluido lo que considero fundamento. Tan solo me mantenía unido a la realidad una mano, una mano diminuta pero fuerte, recoleta pero inmensa como el cosmos. Eran los dedos de E. los que me sostenían en el abismo. 

La única forma artística que me transforma en otro individuo y que me derrumba hasta hacerme desaparecer para ser de verdad es la música. No hay disciplina superior a ella, magia superior, conmoción mayor que escuchar siendo la música misma. 

Ahora que realizo paseos largos con la bicicleta voy conociendo naturaleza con otras impresiones. Por ejemplo, el otro día, temprano, descompuesto por el frío, pude comprobar cómo la tierra expele el agua de su seno en forma de humo cuando el sol rodea su cuerpo, cómo todo en naturaleza es una conjunción circular que trata de alcanzar la permanencia, que uno mismo, entre el silencio visceral de la tierra húmeda, los árboles, los animales agazapados, las lomas, las viñas, acaso el vuelo frugal de un ave, es nada en nada. 


domingo, 18 de enero de 2015

MAÑANA de lluvia. Algunos libros descansan encima de la mesa. Poesía, ¿poesía?, me digo al poco de pensar en sus poemas. No sé en qué estado estético nos encontramos en estos años, pero cada vez que hago una aproximación, me siento más alejado, más extraño ante esas propuestas. No encuentro en ellos ninguno de los elementos que edifican la poesía. No hay emoción ni entusiasmo (en el sentido griego del vocablo), tan solo palabras que hubieran encajado mejor en otra convención literaria. Textos que hubieran sido buenos artículos de opinión, comienzos de ensayos sociológico o, incluso, excelentes relatos. En otras ocasiones, los poemas desmerecen por completo cualquier tipo de escritura. 

Mañana de lluvia. E. sacude su cuerpo cuando suena Vivaldi. Se enciende cuando los compases intensifican la estación invernal. Al observarla me digo que es eso mismo lo que anhelo en la lectura de un poema, ese prendimiento desconocido que atrapa al ánimo, lo inflama de mortalidad y lo hace concorde con no se sabe qué armonía. Nada más y nada meneo que esa posesión por la palabra. 

jueves, 15 de enero de 2015

LA palabra poética
excede la memoria
porque su tiempo eterno

no cumple olvidos.



***

¿Quién podrá decir lo puro de lo impuro, lo infinito desde la mortalidad?  ¿Es posible la palabra exenta de tiempo, en el tiempo, siendo tiempo ella misma?  ¿O es la palabra el laberinto del ser sin hilo de Ariadna más que el de la muerte? 

martes, 13 de enero de 2015

[...]
NO hay orden ni medida duraderos
más que el que une el fin con el principio
y lo convierte en círculo inmutable.

domingo, 11 de enero de 2015

LA POESÍA orienta y desorienta; es transformación y permanencia; con la poesía no decimos nada, lo sugerimos todo; es creación y es reflexión; crea un mundo y recrea otro; surge del límite finito del hombre para deshacerse en la meditar ilimitado del cosmos. La poesía es matriz del símbolo.  

miércoles, 7 de enero de 2015

ESCUCHAR es presentir; presentir conduce a pensar. Pensar el mundo es hacerlo nuevo.

***


La palabra verdadera convierte al yo en un nosotros, pues lo armoniza en la polifonía del mundo, de la naturaleza.

***

La razón luminosa penetra por el oído, se deshace de lo superfluo en el aire y llega en aleteo acompasado de musas y oscuridades. 

***
El silencio es un fragmento de nuestro origen; la soledad, su espacio figurado; la palabra la evocación y la sugerencia; la música el trayecto hacia el origen, el espacio desconocidos. 

martes, 6 de enero de 2015


LAS DIJO Sócrates estas palabras «El alfabeto generará olvido en las almas de quienes lo aprendan; éstos dejarán de ejercitar la memoria puesto que fijándose en el texto traerán las cosas a la mente no  más del interior de ellos mismos, sino de fuera, a través de signos  extraños: lo que tú has encontrado no es una receta para la memoria sino para reclamar a la mente». 

Existiera o no Sócrates, fuera ficción o realidad este aserto, el texto apuntala la cuestión palpitante de la palabra y la memoria. Es el principio capital de todo entendimiento del mundo. ¿Recordamos la cosa en sí o lo que decimos de ella? ¿Creamos definiendo esencia o lo que percibimos de ella? ¿Hasta qué grado de apariencia podemos aceptar cómo parte de verdad? Muchas de estas cuestiones van haciéndose cada vez más anchas, como el cauce de un río total que no puedo contener y que me arrastra y que silencia con el runrún del agua sobre mis ojos.  


Escribimos porque hemos leído y todo lo que lleguemos a firmar de la escritura es consecuencia de la lectura; es más, todo lo que alcancemos a decir con la palabra es consecuencia de la palabra. Por tanto, en las consideraciones de Sócrates el hombre se encuentra en un estado superficial, externo, poco propicio para entrar en la vulva de lo que creemos que existe más allá de las palabras. La lectura y la escritura se convierten, de este modo, en actos de fe poética que anhelan penetrar en otra realidad distinta a la que percibimos tan solo al escuchar el nombre. J.R.J. tanteó esta disyuntiva en un hermoso poema; Hölderlin, Rilke, san Juan de la Cruz hicieron lo propio. Es el territorio en que la poesía supera el mero decir para edificar otro discurso ligado la pensamiento. En este punto, la palabra debe impregnarse de la naturaleza musical para que el discurso abandone los paños y medidas convencionales y traten de desvelar.   

domingo, 4 de enero de 2015

ESCRIBO, y lo deseo, en un tono comedido, receloso de las lúdicas propuestas estéticas. En esto, como en todo, han influido las lecturas, el cuerpo de textos que realmente teje la vida paralela de cada cual. En esos textos, a pesar de sus falsedades, de sus paradojas, de sus improcedencias, he ido convocando una suerte de trama personal que, a la postre, resulta lo que uno desea escribir. En la literatura casi nunca se acompasan realidades y deseos, pero las lecturas se convierten en los arsenales que trastocan la realidad, quizás en el único asalto en vida, en carne viva, para desmontar la realidad a los ojos. 

Quiero decir que cada cosa nombrada desde lo literario ha sufrido, para el lector, una trasnformación. En esa metamorfosis reside una permanencia y el escritor, en la estirpe de Orfeo, debe armonizar desde su naturaleza, trascendiéndola, las dos naturalezas. La imposibilidad de este deseo es certeza, pero su planteamiento ya orienta, como decía Machado, la poesía al misterio. 

sábado, 3 de enero de 2015

TODO comienza sin conocer el origen o la causa o la fuerza que lo principia todo. Arremete desviando la voluntad interna, casi sometiéndola a un decir imperativo. La vida comienza entonces a macerarse con la palabra, a envolverse de sus mecánicas, a prescindir de los arrebatos insignificantes que distraían de ese misterioso aroma insoslayable y, como una trama oculta, a ocupar tu propia vida. Al final dejas de existir por haber entregado tu vida a la búsqueda de ese origen, de esa causa, de esa fuerza que todo lo principia. En mitad del camino, sabio Dante, una enorme confusión lo inunda, un abisal deseo de muerte, de abandono irrumpe como la noche profunda a tus ojos. Es el momento de la claridad o de la oscuridad perpetua; de desandar o de trazar el sendero con tus pies de agua, de no dejar de ser para ser sino de desear dejar de ser. En ese punto me encuentro habitado de enigmas y conjuros.