domingo, 29 de marzo de 2015

UNOS hablan y otros actúan. Unos calientan los labios con ideas que acaban de apropiarse de otros; otros, silencio y soledad. Unos dicen que leen; otros no dicen, solo leen. Unos debieran aprender la dicción de la lengua materna y la música del decir en la palabra literaria; otros permanecen, de continuo, con el diapasón en las manos tratando de que no chirríen sus palabras; unos ni siquiera conocen los rudimentos básicos de la literatura, por mucho que conozcan, publiquen, escriban en periódicos, presenten a escritores, organicen ferias o saraos literarios. Otros terminan muriendo silabeando un decir, un decir oculto a los ojos de los primeros, de los que creyeron ver, pero estaban cegatos. 

Por una u otra razón, vuelvo a Emerson cada vez que necesito claridad y nutrición lectora. Dice Ralph que la naturaleza que escribió es la misma naturaleza de quien lee. Quizás, en este aserto general, Emerson dejó sin explicar qué naturaleza es esa misma que escribe y lee, pues un lector puede llegar a leer a otros autores pero nunca haber compartido esa naturaleza. Considero que esa naturaleza señalada por Emerson debiera indicar un matiz: la naturaleza compartida de la escritura y la lectura se evidencia cuando el lector escribe. 

Escribir la lectura es el ejercicio que consiente la manifestación de la naturaleza creadora y receptora en una misma cosa. 

viernes, 27 de marzo de 2015

RILKE estuvo por primera vez en Venecia en 1908. Lo hizo en las callejuelas que enredan lossestieri de Dorsoduro y Santa Croce originados desde Zattere al Ponte Lungo. Se hospedó exactamente en el número 1471. Allí está la casa en que Rilke vivió esos días con las hermanas Romanelli, especialmente con Adelmina, Mimí en las cartas del poeta. 
Allí paseé la última vez que estuve en Italia. Durante varias horas recorrí las callejuelas aledañas (en Venecia, el término callejuela es inexacto, como ocurre con todo lo que se nombre de Venecia), tomando café, por unos momentos, leyendo algunos poemas, en otros. 
Aquí, hoy, amparado por el estruendo del rito de silencio que anida en la mañana neblinosa, han venido a la memoria las palabras que le dedicó Rilke a Mimí en una rotunda despedida y cierre de las relaciones sentimentales que se habían proferido. Escribió Rilke:

"no olvide nunca que pertenezco a la soledad; que no he de tener necesidad de nadie; que incluso toda mi fuerza nace de ese desapego. Y le aseguró, Mimí, le suplico, como a todos los que me aman, que amen mi soledad. De no ser así, tendría que esconderme a sus ojos y a sus manos, como un animal salvaje que se esconde de la caza de sus enemigos". 

El escritor pertenece a la soledad. No hay en ello tara mental ni carencia de cariños familiares, como piensan algunos estudiosos: es la naturaleza del hombre que vive el arte, que trasvasa el arte a la vida y la vida al arte. Es una acción plenamente solitaria, que no podría darse de otra manera, pues su naturaleza esencial es esa misma , tanto como la vida ascética, tanto como la meditación, la contemplación y el infinito del cosmos. 
En el viaje a Trieste teníamos muy claro que debíamos dirigir nuestros pasos a Duino. Allí recorrimos el sendero que realizaba Rilke diariamente y en el que, según cuenta el propio poeta, escuchó, de entre las hendiduras de las rocas, una voz exterior, reveladora, inspiradora, del viento: 

"¿Quién, si yo gritara, me oiría desde los coros de los ángeles?". 

Es así como daba comienzo la revelación de las Elegías, de la primera elegía en concreto. 

En esta composición hay, además, un verso que acaba de alumbrar la mañana y de despojarme de todo en este ocioso día:
 [...]
"Porque lo bello no es otra cosa
que el comienzo de lo terrible". 
 [..]
  
En el comentario que realiza Rilke a la princesa María destaca un término en alemán. Dice Antonio Pau que "eigenmächtig" viene a significar "con fuerza propia", esto es, no sucedió que Rilke creara el comienzo del poema, sino que estaba ya ahí, ya estaba creado: él solo tuvo que revelarlo a los hombres. Esta escena explica, a la perfección, qué entiendo por Cuestión de desnudez y evidencia, pr otro lado, l que llamo la existencia de la estirpe de Orfeo.  

En cualquier caso, Rilke tuvo conocimiento, o en mejor decir, consciencia del lado oculto, misterioso, trascendente del mundo. Lo que en alemán se dice Weltinnenraum, es decir, "el espacio interior del mundo" de donde solo podemos decir los ecos, las sombras, las sugerentes presencias. El propio Rilke afirmó: "nosotros somos las abejas de lo invisble. Libamos desesperadamente la miel de lo invisible para acumularla en la gran colmena de oro de lo visible". Es el murmullo de la transparencia, el rito de silencio que provoca la contemplación interna y profunda de uno mismo. 

jueves, 26 de marzo de 2015

ESTA NOCHE, al observar el cielo estrellado y colmado de destellos y soliloquios, he recordado las noches de Rilke en Duino, las noches en que el Quarteto Triestino subía a tocar a la terraza de una de las torres del castillo para sonar en sus instrumentos de cuerda Mozart o Beethoven. De la misma forma que sueño, en contadas ocasiones, con el cuaderno perdido en el otoño de 1911 en que Rilke anotaba la lectura de Vita Nuova con la princesa. Cuántas hermosas palabras, apreciaciones, matices se fueron en esas hojas ya volanderas. 

Todas las mañanas, cuando estoy mordisqueando la manzana, pienso en su forma cerrada, circular, en el símbolo que representa: los deseos terrestres. Y justo cuando estoy terminando de comérmerla, traigo a la memoria las palabra de Nietzsche sobre el intelecto, la sed de conocimientos que el filósofo alemán sabía que tan solo era una zona intermedia entre la de los deseos terrestres y la de la pura y verdadera espiritualidad. 


martes, 24 de marzo de 2015

EN literatura, el concepto de plagio se desdibuja toda vez que alguien se calza la corona de laurel y manifiesta que eso mismo ya fue expresado y señalado por sus doradas sílabas. Que un poeta lo diga en un tiempo y otro en otro momento no invalida ninguna de las dos manifestaciones. El problema llega cuando a uno lo escuchan con sordina, de soslayo, cuando su discurso no alcanza casi ninguna relevancia y el otro derrama su texto aquí y acullá hasta alzarlo en única manifestación conocida. 
Plagio, copia, circunloquio...los sinónimos se amontonan; lo único que queda inmaculado es el sentir interno del que sabe que su ingenio reside en el aliento de los demás. 

Suelo pasear en bici por las mañanas. Me fascina penetrar por los caminos del campo cuando estos restan la humedad de la noche. Habita en sus tierras una paz sosegada, una tremenda estación de frío acalorado que me suscita una tranquilidad necesaria. Pedaleo y pedaleo, buscando la cadencia que se acomode a mis piernas. Los músculos sufren y comienzan a doler, pero hay tanta similitud entre esta soledad de los campos con el cuerpo solo y esta soledad de la escritura en un cuerpo solo...

¿Servil al dictado de lo contemporáneo o escuchar el eco interno de la Cueva de Montesinos? La narración de don Quijote, cuando sale de la cueva, se convierte toda ella en ficción, en mejor decir, en metaficción. Ninguno de los personajes se atreven a contradecir al valeroso caballero cuando este comienza a describir su experiencia. Dentro de la cueva, ni el tiempo, ni los espacios, tan siquiera las necesidades vitales tienen parangón. Ese lugar, en las palabras de don Quijote, posee sus propios mecanismos de funcionamiento. Es un mundo posible, como diría la crítica narratológica, tan bien conseguido que toda apreciación de los que quedaron fuera no posee fuerza alguna para modificar esa experiencia personal, individual, sometida a otra razón del personaje principal. Al final de capítulo leemos: "andará el tiempo, como otra vez he dicho, y yo te contaré algunas de las que allá abajo he visto, que te harán creer las que aquí he contado, cuya verdad ni admite réplica ni disputa". 
El sosiego de don Quijote proviene de entender que existen experiencia inenarrables que al contarlas dejan de poseer la dimensión percibida por un individuo. Una experiencia que no admite réplica, indudable, en la que no hay disputa, tan solo el largo meditar de sus latidos. 

domingo, 22 de marzo de 2015

LA geografía visionaria es la geografía de la poesía. El simbolismo del paisaje, por muy real y concreto que se eleve, es siempre transmutado al símbolo cuando la palabra literaria lo fecunda. Los místicos persas llamaban a ese lugar "mundo de Hûgalayá" o también barzakh. Este último término indica que no estamos nombrando un lugar, un "allí", un espacio definido, sino un lugar en  transformación. La poesía es eso mismo, nombra la transformación y la permanencia.  
Todo, en puridad, es como la imagen epifánica de los espejos. Speculum mundi y palabra de vuelta que circula en el tiempo permanente de lo bello. 


sábado, 21 de marzo de 2015

Un y dos y tres...comienza a sonar Monteverdi. Orfeo principia en nuestro oídos una cosmogonía ineludible. La limpieza de sus melodías y su ajustada composición traen al recuerdo, en una ensoñación platónica, una imagen quieta, primitiva e infinita que casi no podemos ver.

La tomo como una guía estética estas músicas que derivan en una forma de ser en el mundo, como si en ellas el propio Orfero hubiera trazado una senda oculta de la que no debiéramos separarnos para proceder en el orden de lo bello. Con más o menos ingenio, pero siempre con una verdad sostenida en la boca de la que jamás pudiéramos sentirnos en engaño, de la que jamás pudiéramos sentir el veneno de la vanagloria, de la que jamás pudiéramos decir que no fuimos hombres mientras estuvimos en su consciencia. Lo demás pertenece a la vida misma: minucias, migajas, episodios furtivos y especulares. ¿Has tañido la flauta de siringa junto a la laguna? 

Hablamos del latido del espíritu en cada acto de armonía en nosotros. Entiéndelo o no, poco importa, nadie vendrá a dictarte nada, tan solo debes escuchar en el silencio y en la soledad, si es que todavía las reconoces. Escucharte, dirimir lo que del cosmos late en ti. Déjate llevar, si así lo quieres,  por la voces que desdicen esta sentencia individual, por las que infamia estas sucesiones de lo infinito en el hombre. Tengo para mí que el entendimiento, en estos ritos, no consiente la razón primera y esquiva. Hablamos del corazón profundo, del latido interno de la tierra en nosotros. 


jueves, 19 de marzo de 2015

EL CANTO,  en la poesía sin ambages, celebra y consagra. Y ese es, de pura sinceridad, el criterio de la lectura con los años. Tentado quedo de glosar el concepto de "intermundo" procedente del misticismo sufí para producir una analogía con el estado de la lectura que este tipo de libros, y no otros, provocan en el lector. Pudiera decirse que se produce una conversión, un paso de la sombra a la luz, de una mortalidad monódica a otra polifónica. Sucede con la Commedia de Dante, con los libros de Rilke y de Hölderlin y también con Cervantes...y con otros tantos.  
Ese intermundo es el territorio en que un espíritu privilegiado puede ver las realidades con la luz de un mundo de otro orden. Hay quien reduce esta secuencia a una conversión de lo visible a símbolos, pero lo más atrayente para uno es la convicción de que toda la realidad sensitiva, en ese momento se torna transparente, tan solo con el aura luminoso para poder ser, al menos, percibido, intuido, sugerido. San Juan de la Cruz posee unos versos insuperables a este respecto:

[...]
De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta
era cosa tan secreta
que me quedé balbuciendo
toda ciencia trascendiendo.
[...]

Así la poesía, la poesía del intermundo, claro está, la que edifica en el lector un nuevo orden de la realidad pero no para proponer una avanzadilla política, social o religiosa, sino para convertirlo todo en una transparencia en la que todavía puede percibirse la realidad desnuda. La misma realidad que provoca un acto de entendimiento en la soledad y el silencio. Una realidad ya simbólica que transgrede el raciocinio superficial. El poema de J.R.J., "La transparencia, Dios, la transparencia", parece un poema programático de estas teorías. 

El propio Hölderlin dirá referente a la verdad estética: "Temor ante la verdad, a partir de placer en ella".       







ESCRIBIR, escribir como el sonido
de una rueca incesante que eterniza
lo que resta del paso de tu vida.
Como un sueño metódico no somos 
nada tan vivamente en este mundo,
nada de ti, de quien soñaste ser,
de aquel del que tan solo reconoces
una imagen perdida para siempre. 

 Solo el canto consagra y celebra
la belleza escondida de las horas
y en ella se proclama una verdad
que ha de quedar tan pura a los oídos
que nunca escucharás tu voz en ella.
De todos los contornos de la noche,
de todos sus confines, anchos mares
naufragados sin cuerpo y sin medida,
de todas las palabras de la oculta

armonía de flautas de siringa,
[...]

miércoles, 18 de marzo de 2015


Detrás de un hombre o hay acciones o hay palabras; y puede que la literatura sea la acción de la palabra que involucra al lector y al creador en una misma unidad: la esencia de la palabra. Sin saber cómo, con qué procedimientos del azar o lo fortuito, lo irrevocable o el destino de cada cual, el texto se va edificando hasta alcanzar una unidad, -si es que la alcanza y habita- aunque sea en destellos y fragmentos.  Una unidad que lo envuelve todo e hilvana e incluso lo presenta como una sucesión continua de hechos y acciones, causas y consecuencias. No es así, sin embargo, como sucede todo y, más todavía, cómo se resguarda en la memoria. Por eso mismo escribir esta historia es una forma de escribirla y hacerlo como si yo hubiera sido el protagonista de la misma no es más que un método para contarla, una perspectiva de la palabra pero no la única; puedes tomarla como el suceso de cualquier hombre, cualquier individuo, pues somos lo mismo al fin y al cabo. El yo que narra no es el yo que recuerda, ni siquiera el mismo yo que trata de trenzar oraciones. Como decía Pessoa, existe una confederación de yoes en la que, eventualmente, hay uno que se sobrepone en torno a los demás y gobierna con tiranía o con deseo y afán de prevalencia.   



ESCRIBIR, escribir como el sonido
de una rueca incesante que eterniza
lo que resta del paso de tu vida.
Como un sueño metódico no somos 
nada tan vivamente en este mundo,
nada de ti, de quien soñaste ser,
de aquel del que tan solo reconoces
una imagen perdida para siempre.

 Solo el canto consagra y celebra
la belleza escondida de las horas
y en ella se proclama una verdad
que ha de quedar tan pura a los oídos
que nunca escucharás tu voz en ella
[...]

martes, 17 de marzo de 2015

IMBUÍDO en los Ensayos de Hölderlin anoto a cada página, casi en cada pasaje, las pisadas de algún revolcón que me suscita en el entendimiento. Las certezas las dejo para quien las quiera en la literatura. Nunca las abracé, antes al contrario, rehuí de los que desean estipular qué es un texto literario sin más ni más. Sobre todo de los que se dejan adular por los vítores de los contemporáneos y escriben para ser leídos por los que luego dirán qué grandes y buenos poetas son.  

Ahora bien, el centro de la poesía es indudable y ese estado del espíritu es un crisol inexpresable, también percibido de lleno y con claridad. Esa insuficiencia conduce al silencio gozoso, a la soledad nutricia de la palabra poética. En palabras del poeta alemán, el proceder del espíritu poético es un "ser-a-la-vez todas las cosas", un ser laminado por los tentáculos de la armonía y la naturalidad sucesiva.  

Hölderlin entendió y actuó con una clarividencia inaudita. En estos Ensayos podemos leer el siguiente pasaje que tengo para mí como un sermón bello y permanente: "Lo puro comprendido en cada particular temperamento está en pugna con el órgano en el cual ha sido comprendido, está en pugna con lo puro del otro órgano, está en pugna con el cambio". 

Estas palabras preconizan, ante su profunda expresión, la muerte de esa pureza en la poesía contemporánea. No hay pugnas, hay entregas. No hay actos de entendimiento individuales, hay grupúsculo. Los poetas están demasiado embelesados por esa pugna entre lo individual y lo permanente sin llegar a dirimir más que su propia orgía. No llegan a entender que la poesía bifurca el tiempo, las palabras, la realidad toda en una encrucijada finita que aspira a lo infinito. El propio Hölderlin dirá líneas más adelante:"Lo individual está en pugna con lo puro que ello comprende, está en pugna con la forma que hay a continuación, está en pugna, como individual, con lo universal del cambio".

Lo universal del cambio, he ahí la respuesta a la falta de certezas, pues el cambio pronuncia ese estado permanente del ser: un estar siendo hacia lo incierto. 

Lo finito es relacionan y unificante, límite y procedimiento, forma concreta que contiene lo imperecedero, estado natural del mortal que desea la permanencia. ¿En qué? No se sabe. ¿Para qué? No hay respuestas.    

lunes, 16 de marzo de 2015

AL POCO de leer los versos de Wordsworth, en la novísima edición de Siltolá a cargo de Mora Fandos, Poemas escogidos, termina uno congraciándose con la poesía. Tal y como el poeta inglés propugnaba para las realidades visibles y tangibles rebosantes de divinidad y profundidad, eso mismo me ha sucedido tras intentar leer libros que, mal que bien, terminan en ejercicios de vanagloria y en demostraciones públicas que buscan un determinado lector que los alabe.
A un lado todo esto, la naturalidad y la dicción de Wordsworth:

O joy! That in our embers
Is something that dorh live,
That nature yet remembers
Waht was so fugitive!

En traducción de marras:

¡Oh, gozo! ¡ese algo
que entre nuestros rescoldos late aún,
que la naturaleza recuerda, sin embargo,
aun siendo tan fugaz!


Muchos términos cuya semántica pudiéramos estar glosando durante muchas líneas, a saber: “gozo”, “naturaleza”, “recuerda”, “siendo”, “fugaz”. Sin embargo, quisiera destacar la naturalidad de esta poesía más allá de sus significados, de sus enmarañados símbolos y de sus posibles interpretaciones. Cuán difícil la naturalidad en la poesía, la transparencia con que solo la poesía impregna la palabra. Resulta tan ausente esta condición en los libros contemporáneos, tan alejada está que todo me resulta manierista, impostado, escrito ad hoc.  
Qué bello leer en un libro de poemas:

There are in our existence spots of time
[...]

Hay en nuestra existencia lugares en el tiempo
[...]

El poema prosigue con una explicación que matiza ese lugar en el tiempo. Sin embargo, estamos ante una expresión que condensa toda una poética deslumbrante: el estado del ser en la poesía. Con ello me resguardo en la lectura de este libro, con la reminiscencia y la candente palabra que reconforta y restituye como lector.