AL FILO de la noche con la madrugada. Cuando los sentidos comienzan a perder, aunque sea fugazmente, sus procedimientos para traernos una secuencia de la realidad, pero no la realidad misma. En esa estación limítrofe es cuando comienzo a escribir. Así, lo primero que desaparece es la memoria de lo escrito. No recuerdo casi ningún texto de los que dejé escritos la noche anterior. Esto mismo no supone una renuncia a la realidad, ni siquiera la negación de estos objetos. Estamos en otro tono, estamos ante la exploración de otras realidades sin el auspicio de lo sensorial. ¿Existen? Hace tiempo me hacía esta pregunta. Hoy, para mí, es una afirmación.
Si existe una imagen del infinito, como afirmaba Flaubert, esa es la del océano.
No eres fuego ni entraña viva
ni filo de los sueños como espadas.
Tampoco eres raíz fugitiva,
solo marca, el vínculo
de un templo levantado
en la llanura de tu vida.
[...]