La obra del polígrafo mejicano Alfonso Reyes siempre atrajo mi intención por la singularidad de sus análisis y por agudeza de su escritura. Sus obras completas, una summa inabarcable para cuya lectura es necesaria veinte años ininterrumpidos, siempre fueron y son un sueño inalcanzable. Me conformo con leer algunas obras que han salido publicadas desgajadas de algunos de los tomos reseñados. Un caso particular es Una experiencia literaria (Bruguera), un libro que me ha acompañado en esos ratos en que uno decide qué libro leer, en que uno apela a la intuición para entregarse a la lectura. Compré el libro cuando comenzaba a explorar las librerías de viejo en Sevilla y llegaba a ellas en busca de algunos volúmenes comentados en las clases o referidos por un algún crítico o, simplemente, indicado por un compañero. En esos días, me hice con la primera edición, ahora reeditada, de Historia de un deicidio, de Vargas Llosa, un libro repleto de míticos comentarios, ya que el peruano se encargó de prohibir la reedición de ese libro durante décadas. En sus obras completas, Galaxia/Gutenberg, decidió publicarlo en un gesto que le honra, porque su análisis de la obra marquiana es sobresaliente. El libro me costó pocos euros y fue un hito para mi biblioteca, que comenzaba mal que bien, a ramificarse. También encontré un libro maravilloso de Rodríguez Padrón, América en sus novelas. El libro está en un estado magnífico y pude comprarlo a pesar de mi economía de estudiante.
Como estos libros, han sido, a la postre, muchos otros. Pero siempre tiene el del Alfonso Reyes desprende una lectura grata, una frescura necesaria, una inteligencia en sus páginas fuera de lo común. En un libro de Alfonso Reyes puede uno leer una oración de este calibre: “la idea es abstracta; la palabra nace concreta” y entonces pensar que está leyendo un bello libro de sentencias o que su autor está construyendo una novela en que los géneros se amalgaman en la hilaridad del narrador. Un libro que describe ese combate de Jacob con el ángel, lo que A. Reyes llama “continua victoria de la conciencia sobre el caos de las realidades exteriores. Lucha con lo inefable es la literatura”.
***
En la mesa, unos libros
afilan el trinar de la mañana.
La vida que discurre entre estos libros,
tan ajena a mí mismo,
tan descarnada y poderosa, lateComo estos libros, han sido, a la postre, muchos otros. Pero siempre tiene el del Alfonso Reyes desprende una lectura grata, una frescura necesaria, una inteligencia en sus páginas fuera de lo común. En un libro de Alfonso Reyes puede uno leer una oración de este calibre: “la idea es abstracta; la palabra nace concreta” y entonces pensar que está leyendo un bello libro de sentencias o que su autor está construyendo una novela en que los géneros se amalgaman en la hilaridad del narrador. Un libro que describe ese combate de Jacob con el ángel, lo que A. Reyes llama “continua victoria de la conciencia sobre el caos de las realidades exteriores. Lucha con lo inefable es la literatura”.
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En la mesa, unos libros
afilan el trinar de la mañana.
La vida que discurre entre estos libros,
tan ajena a mí mismo,
guardada en el silencio,
como el cantar desierto de una plaza.