miércoles, 27 de diciembre de 2017

Novela y poesía I

QUIZÁS comenzar a escribir una novela es la manifestación más diáfana de la voluntad de un individuo pues a diferencia de un poema o de cualquier otra manifestación literaria, la novela consiente el esfuerzo, el repaso, la variación, la usurpación a lo vivido y lo soñado e inventado en una misma cosa o quizás no, y puede que en el comienzo el ímpetu prístino de una narración anide en una afán de pervivencia en la ficción, es decir, en lo que no ocurrió nunca o pudo haber sido, en lo que convive con lo que es verdadero o lo parece. Puede que narrar, contar sucesos inventados, o no inventados del todo, demediados entre lo real y verosímil, confiera al lector la naturaleza más verdadera de su vida, la condición de ser en un estado que nunca antes había sido posible hasta el encuentro con el relato; de ser la otredad, la vida imaginada del autor, la ficción misma de lo leído y proceder como un ser sin tiempo finito o inmaculado de toda finitud.
Así, sucesivamente, vas leyendo estas mismas palabras y te vas encontrando significados y sentidos ocultos hasta ahora en tus recuerdos; lees una y otra, tu vida prosigue y evoluciona en ese tiempo, al ritmo y la relación del tiempo de la lectura. El tiempo de la vida del lector, si es que posee consciencia de qué es aquello, se diluye en el tiempo de la ficción hasta perderse, hasta perderte, como en este instante en que ya no vives tu tiempo sino que has usurpado el tiempo de estas palabras hasta difuminar su rastro y su azote, su represión y su sentencia. Es, en ese mismo instante, cuando se produce quizás uno de los más maravillosos actos de un hombre en la tierra gracias a la palabra: deja de ser él para poder ser.   

Detrás de un hombre o hay acciones o hay palabras; y puede que la literatura sea la acción de la palabra que involucra al lector y al creador en una misma unidad: la esencia de la palabra. Sin saber cómo, con qué procedimientos del azar o lo fortuito, lo irrevocable o el destino de cada cual, el texto se va edificando hasta alcanzar una unidad, -si es que la alcanza y habita- aunque sea en destellos y fragmentos.  Una unidad que lo envuelve todo e hilvana e incluso lo presenta como una sucesión continua de hechos y acciones, causas y consecuencias. No es así, sin embargo, como sucede todo y, más todavía, cómo se resguarda en la memoria. Por eso mismo escribir esta historia es una forma de escribirla y hacerlo como si yo hubiera sido el protagonista de la misma no es más que un método para contarla, una perspectiva de la palabra pero no la única; puedes tomarla como el suceso de cualquier hombre, cualquier individuo, pues somos lo mismo al fin y al cabo. El yo que narra no es el yo que recuerda, ni siquiera el mismo yo que trata de trenzar oraciones. Como decía Pessoa, existe una confederación de yoes en la que, eventualmente, hay uno que se sobrepone en torno a los demás y gobierna con tiranía o con deseo y afán de prevalencia.   

I
ME encontraba en el boulevar Jourdan,  en la habitación del Colegio de España en que residía desde hacía unos meses y en la que no en pocas ocasiones había tratado de dar orden a estos pensamientos, de establecer una relación de todas las ideas que me azuzaban. Porque un hombre es invadido por las ideas desde que su palabra posee consciencia y debe convivir con ellas y tratar de entenderlas y relacionarlas ya que, escondido, sucinto, sugerido puede que el sentido de la existencia se reguarde ahí, en esa secreta estación que todos llevamos como un acuífero subterráneo y secreto y que puede no aparecer nunca en nuestra consciencia y que puede morir con nosotros con la melancolía de un parque solitario, de un jardín marchito todo él. 


sábado, 16 de diciembre de 2017

Rue de Rivoli. Rilke, Valéry, Paul Celan y el café con Coleridge.

AQUÍ, sentado en esta calle bulliciosa y de perfiles diversos, comienzo a tomar un café mientras termino de leer algunos poemas de Paul Celan, un fragmento de Hannah Arendt, una selección del Cuaderno de P. Valéry, de releer la Carta VI de Rilke a un joven poeta, -puede que él mismo-, y la enjundiosa Biographia literaria de Coleridge. A todo esto, corona la pila de libros una libreta nueva, que compré en el Louvre, y que le he dado el nombre de "Cuaderno de París": gris, con un detalle del retrato en que Rafael nos trae un retrato de Castiglione, y con algunas impresiones ya escritas en las páginas interiores del Colegio de España y de Sainte-Chapelle. 

Me quedo con la cabeza envirotada, observando el devenir de un grupo de niños, mientras pienso en lo que acabo de leer en la Carta VI de Rilke. En su redacción final, afirma lo siguiente:

"piense que lo menos que podemos haberes no dificultarle más su devenir, como no se dificulta la tierra a la primavera cuando quiere llegar". 

Claro está que Rilke se refiere a la poesía, pero lo hace con una naturalidad clarividente, con un razonamiento preclaro y diáfano sobre la acción de poesía en el mundo con la intervención del poeta. Advierte Rilke de la desazón que debiera arder en el poeta de verdad cuando este o bien fuerza la presencia de poesía o bien deja de invocar a su consciencia y condición para encontrarla. 

En este punto, me dirijo a las páginas de Valéry: "La poesía es el lugar de los puntos equidistantes entre lo que puro sensible y lo puro inteligible en el ámbito del lenguaje". 

Mi inquietud se dirige ahora hacia el suicido de Paul Celan: un cuerpo, un río, una idea, quizás la consciencia intuitiva de la desobediencia o la soberbia de la condición humana achicando el cuerpo de un hombre solo de un solo hombre. 

Paul Celan, escribió un hermoso poema que pertenece al libro De umbral en umbral. A la muerte de su hijo, François, al poco de nacer, surgieron estos versos: 

Las dos puertas del mundo
están abiertas:
abiertas por ti
en la doble noche.
Las oímos golpear y golpear
y llevamos lo incierto,
llevamos el verdor a tu siempre.

Y, mientras se apaga la luz de París en la recoleta calle parisina, la luz del día en un hombre solo,  mientras voy acabando el café ya destemplado, mientras que todo sucede al margen de uno (las voces, los diálogos, las declaraciones de amor, las enemistades, la reconciliación, los sueños en los transeúntes, las ideas y venidas de los cuerpos flotantes) entiendo que entregarse a la poesía es una actitud plenamente ética, más ética que cualquier otra cuestión incluida la estética. 
Porque la poesía, el Arte, es una transición del espíritu del paso de esta tierra leve a otra tierra leve y en esa transición, en ese encuentro aritmético, el espíritu halla un fulgor equidistante y puro, sensible e ininteligible que llamamos poesía. 


viernes, 8 de diciembre de 2017

Madrugada y fulgor con Marco Aurelio y la prosa de Javier Marías.

DE UN TIEMPO a esta parte, comenzar el día leyendo, -agarrando un libro y entregándose al texto que le da sustancia-, es un acto ya de total rebeldía en este mundo. Ese rito, esa acción insonora e individual, alejada de toda trivialidad y desazón, cuenta en la vida de un individuo como un ejercicio de consciencia y plenitud. Como dice Marco Aurelio en Meditaciones,  Libro VI: "Las mejor manera de defenderte es no asimilarte a ellos". 

Suena Scott Hamilton y sigo con Berta Isla de J. Marías, es decir, con la narrativa y la prosa condicional y subjuntiva de un autor excepcional. Todo relato interno, toda historia que lamina el libro me resulta insignificante en comparación con la factura singular de su prosa; porque en Marías, y así se hace llamar en el lomo de la novela, Marías, a secas, como el joven Marías que fue, sin el nombre, construye un discurso narrativo en que la evolución semántica del relato se entrelaza con el  discurrir sintáctico de una manera tan enjundiosa y particular que trastoca la forma misma de entender la vida cuando uno sale del texto. O puede que, como sucede con Bernhard o con Kafka o con Cervantes el texto seda más vida que libro para el lector. 

Y la lectura congracia al ser individual con la armonía de la especie que lo acoge. El natural discurrir de nuestro paso por estos días fugitivos adquieren la semblanza natural cuando actuamos según los instintos y los pálpitos que nos guían desde el interior. Con Marco Aurelio en Libro VI 11., ahora que empieza a despuntar el sol, añadimos a la lectura de Marías, la siguiente reflexión de M.Aurelio: 

"Siempre que te veas obligado por las circunstancias como a sentirte confuso, retorna a ti mismo rápidamente y no te desvíes fuera de tu ritmo más de lo necesario. Pues serás bastante más dueño de la armonía gracias a tu continuo retornar a la misma". 








   

jueves, 7 de diciembre de 2017

Lleno de mí, jardín junto al mar.

LA NOCHE sin fin, nocturnalia, como el poema del mejicano Gorostiza: 

"Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga"

[...]



Puede que esta escritura de diario, esta desaforada manía de escribir pertenezca a la epifanía del lenguaje, nada más. En este sentido, leo el recordatorio de Manguel sobre escritores que se manifestaron lectores de diccionarios: desde Thomas Cooper hasta Nabokov pasando por Flaubert, García Márquez, Groussac, Jean Cocteau y, añado yo, Borges. Todos lectores y amantes de las palabras, porque, como afirmaba el propio Cocteau, todo obra literaria no es más que un diccionario ordenado o a la inversa. 

Pienso que las palabras están y quedan para invocarlas desde la creación estética. 
Se cumple una década desde que comencé a edificar este diario. Diez años de escritura casi ininterrumpida, que me ha servido para establecer un jardín junto al mar, esto es, un laberinto cuyo hilo de Ariadna conduce a la presencia de un individuo que ya no soy. Una figuración, un rostro fugitivo, un ser que ha ido transformándose gracias a los golpes esclarecidos del centro indudable. 
La soledad, el silencio y el ser en una tríada de figuraciones y dictados. Palabras, de un diccionario personal e ilegible que han sucumbido al ruido constante de lo cotidiano. 
No es momento de codas finales ni de inviernos prematuros para este Trópico, antes al contrario, conmovidos por la fuerza cenital de Literatura prosigo en la tarea que nadie me puso, en el ejercicio que nadie me enseñó, en la necesidad de vivir leyendo de leer viviendo, de ser rito de silencio, algo en nada, cuestión de desnudez, contemplación, huerto, umbral, canto de semilla, sueño de indolencia,  paso del tiempo, acaso fin y principio. 


Dice Bachelard en La poética del espacio que "de todas las estaciones, el invierno es la más vieja. Pone edad en los recuerdos". En ese contexto, la casa se impone como un ser; la morada, el lugar de actividad del ser humano se transpone en metáfora viva.  Somos en un lugar cuando decidimos tomar el pulso de la escritura. La casa es un paisaje interior, una prolongación de nosotros mismos; en ella habita nuestra vida proyectada, somos en la casa una suerte de constelación diáfana y recoleta. 


Hace un tiempo que advierto que los individuos más peligrosos son los serafines y los sombríos. La suerte de lo siniestro está en querer parecer lo que no es. Y en ese estado especular evidencian, sobre todo, las carencias que poseen. 








miércoles, 6 de diciembre de 2017

Manguel embala su biblioteca mientras leemos juntos a Marco Aurelio, Cicerón y Montaigne. .

Pisas la tierra justa para llevar tu vida
al confín y la nada herido por el tiempo. 
Levantas tu reflejo hacia la luz que acoge
tu origen y destino.

[...]


Marco Aurelio, en el Libro V de Meditaciones comienza a adentrarse ya en el territorio limítrofe de la divinidad y el hombre. Considera que la fortuna consiste en poseer un conjunto de tendencias del alma hacia los buenos impulsos, hacia las buenas acciones. Y añade que eso se consigue orientando el alma hacia la reflexión de la totalidad de la sustancia, de la totalidad del tiempo y del confín del destino. "¿Qué parte ocupas?", se pregunta el filósofo y nos hace preguntarnos a nosotros. 

En esta sucesión de pensamiento hacia la dimensión de nuestro paso en la tierra surge el concepto, que amo y adoro, de amistad. Considero que la amistad es Amor y que el amor es la fraternidad que sustancia nuestro paso por la tierra. Sus variantes son múltiples, pero todas importantes para el desarrollo benevolente de nuestro espíritu. Recuperaba el pasaje que Montaigne dedica precisamente a este asunto, pero hoy quisiera traer al diario lo que mi admirado Manguel utiliza para abrir su libro Mientras embalo mi biblioteca. Estamos ante un texto de Cicerón, autor que, sin duda, está en el sustrato de las reflexiones de Montaigne. Dice Cicerón en De la amistad
"Si alguien subiera a los cielos y contemplara la naturaleza del mundo y la belleza de las estrellas, la admiración que sentiría le parecería desagradable, pero sería en cambio la más placentera si tuviera a alguien con quien compartirla". 

Quevedo escribió que "los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan"; pudiéramos decir que el lenguaje del corazón, de las almas que poseen afinidades, desarrollan y extienden nuestra existencia hacia un territorio que ensancha nuestra propia vida. 




jueves, 30 de noviembre de 2017

nocturnalias: En tu profundidad de océano hallo la simulación del círculo infinito.

La limpieza del ser erupciona en acciones y la palabra, para el hombre, es acción. El otro somos nosotros, la pluralidad del ser es natural.

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El ruido del tiempo siempre contiene una aritmética constante: la persona está por delante de la circunstancia, el ser es la búsqueda de uno
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Amor con las personas que viven a tu lado y te otorgan sentido y pluralidad; e, igualmente,con las que te rodean y convives.
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Siempre la noche es semilla de la luz. (Nocturnalia)
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La falsedad es un rango de vida que no puede ocultarse, se delata en la ética cotidiana del individuo. Los actos son memoria de la vanidad.
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La cultura termina siendo el estilema de vida de los que viven sin ser nada, siendo en continua armonía. La cultura es la coherencia misma.

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Perlada y rotunda tu voz devuelves el eco que es canto primero, la sombra que es piel y figura. Todo en ti sucede en la levedad eterna. (N).

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Nacido de la ausencia, voy hacia ti, -de ti vengo-, en la yeguada prístina de la palabra. Poesía en galope, poesía y pensamiento en ritmo.

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Confrontar el mundo antiguo con el moderno para vernos reflejados en las constantes que somos; y en lo novísimo que usemos en la tecnología.

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Y ese paradigma de Ordine me mueve en cada exposición pública: la defensa retórica de la necesidad de revivir el mundo clásico.

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El deber de un profesor es hacer entender a los estudiantes que los clásicos no se estudian para [.], sino que nos enseñan a vivir, N.Ordine

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Del mar, noche, vienes de la profunidad del mar, de sus ondas y danzas, de sus silbos ocultos. Eres mar, noche, con ella una sola figura.

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Despojado de ti hallarás el plural deseo que te define.

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Saturnal y perpleja de astros, oxígeno de luz. Tallas en lo alto tan alta caridad que despliegas la clemencia fugaz en los ojos. Nocturnalia

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Nocturnalia: Virgilio, ya avisó Dante, trae en su lírica el ensueño torcal de la noche más clara, diáfana su música al espíritu del hombre.

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Nocturnalia: jardín e itinerario, surco geométrico del sur de tu boca, noche, sin fin, ahora día, siempre al silbo de lo esencial.

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Nocturnalia (II). En tu profundidad de océano hallo la simulación del círculo infinito.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Vivir la poesía en el centro indudable

Leer poesía te sitúa en el centro de la vida. Vivir la poesía en el centro indudable.

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Porque la besana en la tierra infantil del individuo, su surco primero en el camino del ser es el conocimiento.
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Y sucede lo propio con el conocimiento y su transmisión. La analogía y el paralelismo con las artes es evidente: se atiende más al espectáculo que a la solvencia en la materia. Todo es combinación y comunión, pero siempre está la esencia y luego lo social. Ahora es al revés.

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No se contrapone, poetas, la poesía clásica a la de este tiempo, tan solo se evidencia la poesía en sí, la verdad de la poesía, tan diáfana ahora y en tiempos remotos. Y siempre. Nada más, por eso es sospechoso el poeta que defiende una idea de poesía y luego se arrima a otra.

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Del aire proscrito de la noche, de la humedad toda del campo en su fulgor nace la consciencia voluptuosa de tu figura, poesía de oro, inefable fulgor.

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La "paideia" se consigue como individuo, en solitario; la lectura en didascalias con reflexión y creación. El "magisterio" guía ese proceder hacia el conocimiento. La madurez que sobreviene y la relación finalmente entre conocimiento, mundo, individuo. Vivo y actual mundo antiguo

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Con Góngora, al oído de B.Tasso, "amantes, no toquéis, si queréis vida". Condensado platonismo barroco; idea diáfana y lengua cabal.

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Sonetos petrarquistas de Góngora. Deleite y música del idioma. Minturno al oído: "In sí bel tempio di memorie adorno".

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La belleza está en cada objeto, en cada individuo y su inmensidad es imposible sin cada una de sus partes. Belleza y razón de ser del mundo.

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Todo lo bello se somete al juicio de la verdad y lo benevolente. Y en su unidad la armonía indivisible.

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Poesía y pensamiento, dominios del alma estética: "quien ama con olvido de sí mismo, penetra el significado del mundo". Apotegma y canción.

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Releyendo, una y otra vez, "La lámpara maravillosa" de valle Inclán. La razón estética edificada desde el Amor, lo Bello y lo Bueno.



martes, 28 de noviembre de 2017

Marco Aurelio medita junto a una encina y contempla el reflejo cristalino de la amistad.

Un individuo no resulta nada si no se precipita al todo; es nada pero puede contener, aun sin saberlo, a todos los hombres; es nada, silbo monódico pero armonía en la búsqueda del todo. El todo es nada pero la nada es todo.

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En literatura existe la transformación y la permanencia. Los dos aspectos están determinados por la acción de la lectura, por el lector. Leer no es solo acumular lecturas sino tañer de los textos la música de su permanencia en estos días, que son los mismos de siempre.
Qué bello este renacer del espíritu a cada paso de la vida de mis hijos.

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La poesía no acoge lo real o irreal, tampoco lo cotidiano o lo trascendente; ni siquiera lo posible o lo imposible. La poesía auspicia la razón luminosa de la condición humana con música y palabra en una misma unidad.

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Amo a todo individuo, a toda persona, viva o muerta ya, que ensanche mi existencia física y espiritual. No hay reproche alguno a ninguno de ellos. La verdadera amistad exime de argumentos y renuncias y pervive el eco de todos, sin excepción. No cabe el reproche, solo la justicia.
Tengo para mí que la cultura es el itinerario humano para entender su insignificancia.

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El conocimiento y su valor en la consciencia humana conducen a entender la humildad y la benevolencia, la paradoja estación de ser finito anhelando lo infinito, de amar al prójimo por lo que posee de nosotros mismos.

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De la noche provengo y hacia camino, la vida no es más que el reflejo cristalino y torcal de esa noche y su figuración en la memoria.

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...y nada es malo si es conforme a la naturaleza». Leo en Marco Aurelio, Libro II de «Meditaciones», ahora que un amigo me recuerda un pasaje antiguo. Porque, como afirma en el Libro IV, «Todo es efímero: el recuerdo y el objeto recordado». Lo siniestro revoca toda caridad y amor.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Gadamer y Horacio.

RECUERDO, ahora que vengo de una librería y he expurgado lo que hubiera de poesía, lo que afirmaba Gadamer en Poema y diálogo: "La palabra poética se distingue radicalmente de las formas efímeras del lenguaje, que sirven, por lo demás, de soporte al proceso comunicativo". 

En este aserto existe toda una teoría de la palabra como comunicación y de la palabra como creación y poesía. En los últimos tiempos es fácil testimoniar que los "escribidores" de poesía han determinado que el lenguaje poético debe despojarse de todo el abalorio lírico, de construcción de la lengua, de edificación del pensamiento para asentarse en lo que Gadamer llama "las formas efímeras del mensaje". 

Parece ser que los que se llaman poetas ahora no han leído lo que afirmaba Horacio en Odas, 3, 30, 1: "Exegi monumentum arre perennis", esto es, he levantado un monumento más duradero que el bronce. Basta leer unas primeras líneas de cualquier libro de poesía de ahora, de cualquier editorial, para caer en la cuenta de que el paradigma de permanencia ha sido transmutado en eventual mensaje vacío. 

viernes, 10 de noviembre de 2017

Quevedo en Horacio, Baudeliare describe el grial de Wagner y Liszt recuerda cuando tocó ante Beethoven. Leopardi con Montaigne.

Retirado en la paz de estos desiertos, escribió Quevedo, para edificar la imagen del poeta que vive en el mundo de la poesía que, en última instancia, no deja de ser una vivencia plena en el interior del aeda. 
La poesía es, a un tiempo, recuerdo y leyenda. Leo el texto de Baudelaire sobre Wagner en El arte romántico, el poeta francés determina la inmensidad de los espacios interiores, del espíritu peregrino que anhela los espacios sagrados de vasto vaso de la inmensidad. En ese espacio se produce una poética, la misma que Leopardi canta, de molde en poesía, ante el infinito. 

Podríamos decir que el éxtasis consiste en una vida sin acción, sin recuerdos, en que todo sucede en una suerte de aleph. La fusión interna conduce a la inmensidad interna. Y, en ella, el poeta encuentra un renovado estar para la palabra: libre de símbolos, la palabra poética que brota de la inmensidad interior nombra como dadora de realidad, reconfigura la realidad. 

Termino de leer Arte poética de Horacio o, en otras palabras, Epístola a los pisones: "Escritor sigue la tradición o crea algo que tenga coherencia", subrayo entre tantas otras cuestiones y sentencias  que me despierta interés. 

Apartado, como gustaba a Montaigne, de todo; alejado de aquello que trata de ser literatura pero que no se alza más que en chiflada ociosidad de este tiempo, contemplo. Y medito, con parsimonia, también con benevolencia. 

La noche precipita la idea de que existe una armonía en un momento de la vida que se desarrolla en nuestros días y que si nos adherimos a ella y la escuchamos y nos incorporamos a su timbre y volumen la poesía adquiere el cariz de mito personal en el alumbre de la inmensidad. 

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Vivir una biblioteca es escribirla.

VIVIR una biblioteca es escribirla. Por eso, de vez en cuando, ejerzo de instrumento del azar y agarro de las baldas libros que, aparentemente no guardan afinidad electiva alguna pero que, cuando comienza uno a leerlos en polifonía, espigando aquí y acullá, muestran conexiones, enlaces secretos que antes no se habían podido advertir. Y es el lector el que se convierte en el lugar de apariciones de las intertextualidades.

Llego a casa con ¡Viva el latín! Historia y belleza de una lengua útil de Nicola Gardini junto con Berta Isla de mi queridísimo Javier Marías con 4321 de Auster y con un menudo, pero inmenso, libro de Alberto Manguel titulado Mientras embalo mi biblioteca. A todos ellos arrimo dos relecturas de estas semanas Poética del espacio de G. Bachelard y La música como pensamiento de Mark Evans Bonds.

Lucrecio dialogando con Manguel mientras leo los textos en latín que cita Gardini y que ilustran a los ojos y el espíritu le valor mismo de la palabra y su dicción.

lunes, 6 de noviembre de 2017

El enigma de lo bello.

TOMO prestado el título de mi admirado Valle-Inclán para edificar las líneas de esta tarde, de este día que trata ya de dar figura al otoño. Estoy con F., jugueteando, leyendo a una mano alzada, escribiendo. He dejado el teclado de E. encendido para que F. pueda tocarlo, experimentar con los sonidos. A pesar de la disonancia, y al calor de las páginas de Valle, comienzo a escuchar a Glenn Gould o, en mejor decir, a Bach transmutado en Glenn Gould. Este pianista nos da una lección preclara de la ética-estética que tanto falta en la literatura actual.
Con Glenn Gould mantengo una admiración desmedida, lo mismo que con el escritor Thomas Bernhard quien, en efecto, me descubrió por entero la dimensión de este intérprete hecho música, hecho piano él mismo en una sola figura. Tararea Gould, en una suerte de heterodoxia, la partitura mientras ejecuta la composición, podríamos decir, en una paráfrasis religiosa, que con Gould la música fluye en cuerpo y alma. 
Algo parecido siento al leer mientras la vida sucede. Dice Valle-Inclán en "exégesis trina": El enigma bello de todas las cosas es su posibilidad para ser amadas infinitamente". Valle reformula en "La lámapara maravillosa" los principios tácitos y permanentes de nuestra cultura platónico-cristiana, lo bueno es bello y verdadero; y, añado más, lo bueno y bello es reconocible por su cualidad de Verdad. 

Sucede con los individuos, puede uno atisbar de qué sustancia están hechos. Toda vez que los prejuicios se clarifican, queda el hacer del individuo frente a los otros y, como decimos en este diario, su palabra, porque entendemos que decir es acción. 

F. lo revuelve todo, trata de distraerme al paso de las páginas, toca con furia las teclas negras del teclado, se revuelve a cada paso para recordarme que sigue aquí, conmigo, todo él. 
Y mientras todo sucede y ocurre y acontece el discurso de la literatura va advirtiendo las líneas del tiempo del que no debemos despegarnos, del paradigma de bondad y belleza que las páginas de Valle, escritas a pulso de maestro, ejecutadas en la armonía semántica más procaz, dictan al corazón. 

"Amar es comprender", sentencia en mitad del breve texto sentencioso. Y esa idea que es ya acción la tarareo como Glen Gould tocando el piano, no, haciéndose Bach él mismo en cada pentagrama de vida que va orquestando con el enigma de lo bello.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Poesía, hoy y siempre

Adjetivar el qué de la poesía es ya un silogismo. No existe la superación en las artes, menos aún en la poesía. No es superior Virgilio a Dante, ni este que Borges ni Cervantes. La superación opera sobre formas fosilizadas que han dejado de decir: cosa contraria le sucede a la poesía.
La poesía es la superación del pensamiento articulado por lo que no hay tiempos en la poesía. La palabra poética es transformación y permanencia.
La poesía es una reconciliación momentánea, en el tiempo y en el espacio, del hombre con el mundo. Depende de la armonía que habite en el poema, de la fidelidad de la palabra establecida, así de misteriosa y edificante será al leerla. Por eso el proceso de lectura y escritura, acaso de transmisión de lo poético, es similar a una dramatización de lo literario en que intervienen unos personajes que se igualan, con la ficción, y que participan y actúan en la obra.
La poesía es, antes y después, condensación de la infinitud. Ella nace sin comunicar nada: se intuye, se prevé en la memoria y por eso Platón defendió lo visionario con tanta vehemencia y por esto mismo dejó al margen al poeta: su estancia es de otro territorio. Es una visión que no comunica: solo es. El silencio es el contorno de la creación, de lo que va siendo amorfo. Los griegos rodearon esa materia intuida de musas para que otorgaran el orden que quedara fijado por las artes, pero quizás la memoria primordial proviene de ese silencio que envuelve y precede; los poemas puros contienen la memoria originaria, la que contiene a la humanidad y la revela parcialmente. Un poema es una memoria colectiva del silencio universal.
¿Puede existir en lo contemporáneo? Sin duda, pero cada cual tiene una idea de qué es la poesía conformada a partir de las lecturas que ha realizado, de las manifestaciones concretas que ha experimentado como lector. El lector contemporáneo parece que obvia la tradición y lee tan solo a sus allegados. Esa falta de lecturas y de experiencia lectora se trasluce en los poemas: no hay ritmo, no hay música, no hay recursos, no hay reflexión, no hay experimentación…tan solo una expresión, en líneas cortadas, que hablan de los desahucios, de los partidos políticos, de las religiones, de las cervezas y los cubatas, de los videojuegos, etc. 

Creo, sinceramente, que se equivocan de género literario. Quizás habría que mostrarles que hay géneros literarios más adecuados para expresar lo que quieren expresar, porque la creación poética es otra cosa. La expresión es natural al hombre; la creación literaria deviene de una consciencia distinta. bor. El lector contemporaaneo eb, de las manifestaciones concretas que ha experimentado como lector. El lector contemporaaneo eb

martes, 17 de octubre de 2017

El ser del hombre es el ser del tiempo. Escribir sin leer es como vivir sin ser.

Comencé, hace un tiempo, a ir espigando las sentencias, los aforismos, las facecias, las ocurrencias, los breves textos que iban almendrando este trópico. Nunca había tenido la intención de hacer ese trabajo porque no tenía consciencia de que hubiera una suerte de veta creativa o estímulo hacía lo breve, pero por circunstancias que no vienen al caso, comencé a poner los ojos del entomólogo entre las páginas de este diario.

Considero que escribo en el diario de la manera más libre que encuentro, sin atender a géneros literarios preestablecidos, sin responder a las hormas encalcetadas de los géneros, que tanto amo, por cierto.
Tras una cata desde los comienzos de este diario, allá por el 2007, hace una década, encontré el reluciente fervor hacia la sentencia y el aforismo que, en ocasiones, trataba de acercarse la afán de la creación poética y que, en las más de las veces, ocupaba el sitio de la imposibilidad creativa de un poema. En resumidas cuentas, ante la falta de ingenio en la edificación poética, surgía el aforismo como el lugar de apariciones de la idea que se gestaba.
Así las cosas, J.R.J. me dejó un título que resume, así lo creo, la esencia de todos estos textos, Suprema moralidad, ya que el poeta onubense afirmaba: "Ser breve, en arte, es, ante todo, suprema moralidad. 

Aquel proyecto queda ahora en este Trópico como una vertiente más, Junto a las Cancioncillas y decires, y ahora el nonato Nocturnalia, voy espigando aquí y acullá y recopilando los textos breves de las composiciones más extensas. He aquí otro ramillete de distinta suerte y conmoción. 

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La valentía es un afluente de la voluntad. Querer ser es el recorrido del ser.

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Sigo pensando que el conocimiento profundo de la literatura es el que puede transmitirse como fuego que hiela; leer como sístole y diástole.

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Así en la vida como en la literatura. Igual que no hay sucedáneos en las lecturas tampoco en las amistades. Eres quienes te rodean.

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El canto rayano en la víscera, que debe ser bello y armónico, traslada un alud estético de verdad. Sigo meditando en el centro indudable.

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Todo es levedad pero la levedad no está en todo.

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En Cádiz, donde el cielo y el mar son unidad.

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Duermen. Comienzo a leer como si perteneciera s un conciliábulo secreto. Sí, lo es, la lectura como afrenta al silencio de la nada.
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El ser del hombre es el ser del tiempo.
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Quizás la poesía haya perdido el ímpetu lírico porque los individuos, los mortales han dejado de profundizar e ellos mismos.
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La consciencia diáfana arroja la geometría celeste a la palabra poética.
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Deseo y temblor, un mismo equilibrio sin aritméticas; fugaz y permanente, inconcebible. LLameante de helada. Solo tú, en ti, poesía.
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Los avances intelectuales en la sociedad se producen en el espíritu de un solo hombre; luego, se expande, como volcán, al resto.
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Leer es un hallazgo permanente del cristalino reflejo de nuestra fugacidad; la búsqueda, la transformación a la pluralidad que nos acoge.
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La libertad creativa en poesía no es más que el encuentro numinoso con el centro indudable.
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Escribir sin leer es como vivir sin ser.
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La poesía dirige al hombre desde la lengua hacia lenguaje, de su ecuación finita al tanteo con el conocimiento luminoso.
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En las obras de los siniestros va también la suciedad de espíritu y el gris de su condición. Tiemblo cada vez más. Toco las piedras.
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En poesía el qué se transfigura en en el cómo; y el cómo no es más que una forma del qué. Podría decirse lo mismo de Filosofía.
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Hoy eras roja, noche, expandida en el círculo de mis ojos, tañías una música secreta de figuras y símbolos. Hoy, tan eminente y fugitiva.
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La belleza conduce a la belleza, imantada de signos y símbolos, la poesía deviene en verdad si es bella su presencia.
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En cualquier texto de Quevedo o J.R.J, de Rilke o Eliot, de T.Mann o Proust es evidente la veneración a la literatura. Ahora todo es falacia
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Despertamos en el campo, los cuatro: el canto del pájaro, el sigilo del mar, la tierra sonora en zozobra de lentitud y el corazón palpitante
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«Vanitas vanitatis» o cuando el peso de tu levedad es más ancho y ajeno que el sonido de la permanencia.