miércoles, 6 de diciembre de 2017

Manguel embala su biblioteca mientras leemos juntos a Marco Aurelio, Cicerón y Montaigne. .

Pisas la tierra justa para llevar tu vida
al confín y la nada herido por el tiempo. 
Levantas tu reflejo hacia la luz que acoge
tu origen y destino.

[...]


Marco Aurelio, en el Libro V de Meditaciones comienza a adentrarse ya en el territorio limítrofe de la divinidad y el hombre. Considera que la fortuna consiste en poseer un conjunto de tendencias del alma hacia los buenos impulsos, hacia las buenas acciones. Y añade que eso se consigue orientando el alma hacia la reflexión de la totalidad de la sustancia, de la totalidad del tiempo y del confín del destino. "¿Qué parte ocupas?", se pregunta el filósofo y nos hace preguntarnos a nosotros. 

En esta sucesión de pensamiento hacia la dimensión de nuestro paso en la tierra surge el concepto, que amo y adoro, de amistad. Considero que la amistad es Amor y que el amor es la fraternidad que sustancia nuestro paso por la tierra. Sus variantes son múltiples, pero todas importantes para el desarrollo benevolente de nuestro espíritu. Recuperaba el pasaje que Montaigne dedica precisamente a este asunto, pero hoy quisiera traer al diario lo que mi admirado Manguel utiliza para abrir su libro Mientras embalo mi biblioteca. Estamos ante un texto de Cicerón, autor que, sin duda, está en el sustrato de las reflexiones de Montaigne. Dice Cicerón en De la amistad
"Si alguien subiera a los cielos y contemplara la naturaleza del mundo y la belleza de las estrellas, la admiración que sentiría le parecería desagradable, pero sería en cambio la más placentera si tuviera a alguien con quien compartirla". 

Quevedo escribió que "los que de corazón se quieren sólo con el corazón se hablan"; pudiéramos decir que el lenguaje del corazón, de las almas que poseen afinidades, desarrollan y extienden nuestra existencia hacia un territorio que ensancha nuestra propia vida.