RECONOCIMIENTO. Con este título escribe Hofmannsthal un poema memorable, en mejor decir, un poema que recupera la esencia del mundo griego antiguo y de la mejor tradición europea de lo que Steiner denomina "poesía del pensamiento". Con pocos versos, alcanza un decir alto el poeta, un decir sometido a las reglas de la fabulación, la entonación y la elevada palabra que tanto escasea en estos días. Cuando está uno ante una composición de este calado, comprende que los artificios de la lírica están orientados hacia una ética irrompible del poeta con el mundo todo. Una cosmovisión pura, verdadera, rayana en el único acto que al hombre lo convierte en naturaleza: construir un ciclo armónico en su vida.
Si supiera exactamente cómo
de su rama la hoja crece,
callaría por toda la eternidad: pues sabría ya suficiente.
Esa postura ética que mencionaba anteriormente queda en evidencia en otras composiciones de Hugo von Hofmannsthal. Destaco un poema titulado "¿Qué es el mundo?" y que vinculo con el poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. Cuánto ha ensuciado la grandeza de Bécquer la lectura de muchos poetas. Qué gran lírico tenemos en nuestra tradición, con qué miopía y egolatría lo leen algunos que se dicen especialistas. ¿De qué se puede ser especialista en poesía de este calado?
Me refiero al poema que comienza:
¿Qué es el mundo? Un eterno poema
[...]
Pero también un mundo para sí mismo
lleno de dulces y secretas voces jamás percibidas,
dotado de propia e inmaculada belleza,
eco y reflejo de ningún otro.
Y por mucho que en él supieras leer,
un libro que en la vida nunca ahondarás.
El poeta apuesta por una lectura razonada del mundo, la poética, el mundo es todo un poema. Esta percepción se ha repetido a lo largo de los siglos en muchos autores, sin embargo, no quiere dejar de decir que, al igual que existe una lectura confabulada del mundo semejante a la de un poema, el mundo posee, en sí mismo, sus propios mundos intrínsecos: secretos, dulces, inmaculados, bellos... incognoscibles.