sábado, 30 de mayo de 2015

ESCUCHO la música de Falla en las manos de Rubinstein mientras releo el Libro de Job:

"tu propia boca te condena , que no yo, 
tus mismos labios atestiguan contra ti.
¿Has nacido tú el primero de los hombres?
¿Se te dio a luz antes que a las colinas?"

El último verso es trascendental: la luz es concebida, no nos pertenece de origen. Es todo tan natural cuando es puro; tan simple y profundo al tiempo, tan verdadero y misterioso a la vez, quizás de tan claro tan turbio. De todo esto paso a la pureza en los versos musicales de Juan del Encina: 

"Paguen mis ojos, pues vieron,
a quien más que a sí quisieron"

Hace tiempo que no sé expresar mi indiferencia con la literatura actual, pues pareciera querer una cosa cuando escribo otra. Sin embargo, Valle-Inclán, en La lámpara maravillosa, escribió lo siguiente, texto que se ajusta a la cosmovisión que me invade de un tiempo a esta parte: 

Todas las cosas al definir su belleza
se despojan de la idea del Tiempo.


viernes, 29 de mayo de 2015

jueves, 28 de mayo de 2015

ME REGOCIJO cuando en los textos antiguos leo la realidad actual. Como si de una premonición se tratara, especular visión, deformante lectura, os transcribo las palabras de un hombre de otro tiempo: "Vine a decirle, en resumen, que la perdición de los talentos actuales se debe a la superficialidad en que pasamos la vida, pues solo trabajamos y estudiamos por la alabanza y el placer, no por un motivo digno de emulación y respeto". El autor es (pseudo) Longino y las palabras pertenecen a De lo sublime. Tengo subrayado el pasaje en el libro y no dejo de transferir sentidos a esos dos sintagmas misteriosos. Puede que en la respuesta a esta disyuntiva resida una respuesta a la pregunta, ¿por qué la literatura? 

¿Cuál es el motivo "digno de emulación y respeto" para un escritor, pongamos, de este tiempo? Me hago la pregunta porque deseo aprender siempre y, en este punto, me siento confuso. Quizás es el tiempo el que termina levantando la intención primigenia que se agazapa en la obra de un autor. Un tiempo hacia la transparencia, el misterio, la belleza permanente. En ese punto, los actos cotidianos deben entenderse en su justa medida: humo, pretensión, pulso de lo actual. Sin embargo, qué lejos todo esto de las palabras de un señor que ama la literatura y que escribe muchos siglos antes. 

Antes y ahora la belleza en la palabra sigue siendo la misma: una y diversa, transformación y permanencia. Y cada uno de los lectores posee una concepción de la literatura según las lecturas que ha realizado. No hay idealización de qué es la poesía, ya que si uno nunca la ha leído no la conoce.  

La poesía, en este caso, es totalmente identificable, otra cuestión es saber definirla. Así, qué idea tiene cada uno de la poesía se conforma después de haber leído poesía. Por lo que, cuando un escritor ha formado su cosmovisión literaria con panfletos políticos, canciones de rock, autores de moda, videojuegos, autores peregrinos leídos en traducción es coherente que la poesía actual tenga ese cuerpo en que es evidente el peso de las lecturas de otros autores literarios, de autores que han establecido qué es la literatura a la que ahora se quieren enfrentar. No hay música del idioma, no hay ritmo, no hay armonía, no hay profundidad personal, no hay recursos retóricos que mejoran la expresión cotidiana y vulgar y acentúan los sentidos poéticos, no hay conocimiento de los tópicos literarios, no se estima oportuno haber leído los subgéneros literarios que se incorporan de otras tradiciones, no hay una posesión lingüística personal y, en definitiva, no sé qué hay como forma poética. De ahí mi perplejidad y mi confusión, nunca mi juicio hacia los otros.   

No me siento hombre de este tiempo para la poesía; prefiero el susurro avejentado de Longino a los aspavientos de este levante que bien figura el arte actual.



miércoles, 27 de mayo de 2015

TANTA más irrealidad, tanta más soledad.

La soledad deja de ser un atributo del ser cuando este no existe.

La poesía que gusta a un contemporáneo contiene falsedad.

Oigo la vida en el diáfano lago de la inexistencia.

Es el momento de todas las revelaciones.

martes, 26 de mayo de 2015

"LA ARMONÍA invisible es mayor que la armonía visible", dijo Heráclito. En las aguas el cuerpo deja de tener dimensión. ¿Lo sabes tú, conoces esto que te digo? Sí, el cuerpo deja de poseer sus dimensiones y quedamos tan solo en la concordia del corazón en el agua. 

Boecio, en unos versos prodigiosos, cargado de ritmos léxico y de pensamiento, más allá del tácito chirrido de la fonética, viene a decirnos en la Consolación de la filosofía:

No hay orden establecido duradero
más que el que une su principio con su fin
y lo convierte en un círculo inmutable.

Heráclito en Boecio, Boecio sumergido en la idea de Heráclito. Boecio combina la prosa y la poesía, 
-la más alta expresión en palabras de María Zambrano quien ensalzaba Vita Nuova de Dante como el gran texto del italiano-, de forma maravillosa. Leemos la siguiente: "Medita, pues, si los hombres pueden alcanzar el objetivo que buscan por los medios con que pretenden conseguir la felicidad".
En eso estoy reflexionando, en los medios con que proseguir el camino, el camino de voces que inundan el sendero boscoso de esta vida.  


lunes, 25 de mayo de 2015

SER es renunciar a ser.
ME INVADE la extraña sensación de estar apartado de ciertas realidades. De un tiempo a esta parte, las tardes son inconmensurables, las tardes de la luz suave sobre la mirada a la tierra. Es el tiempo del diálogo maravilloso con el trigo, los girasoles y las jacarandás desfloradas.  
E. crece a medida que su lengua se va apoderando del mundo. Y ella trata de mostrar lo que va conociendo, o mejor, percibiendo a los ojos. Su entusiasmo por algunas cosas es mi entusiasmo más verdadero. 
Con todo, observo las actuaciones de los seres cercanos. De unos aprendo la melancolía de ser mortal; de otros, lo que nos hace, en ocasiones, simples realidades fugitivas sobre la tierra. Atrapar esa consciencia, ese estado de penetración en lo hondo, en lo profundo, en lo permanente que nos dicta, es una tarea en solitario que, con el tiempo, desdora la vida al aire. 
Vivir, vivir y leer y amar...pero siempre resguardado en la bóveda cierta de la coherencia en los actos y las palabras. La coherencia en la poesía se llama armonía; para que la armonía suceda en uno debe existir la ética estética.  Unas y otras son lo mismo cuando el mundo se pronuncia para hacerlo nuevo; no hay concesiones, devaneos, a pesar de la tentativas y a pesar de lo incomprensible por la mayoría. 

Este diario se va dilatando demasiado en el tiempo. Casi siete años ininterrumpidos de escritura: poemas, ideas, frases, reflexiones, prosas, exploraciones,...pura mediocridad en el fondo. Así lo constato. Que uno aburre es lo de menos, pues conozco los límites de esta palabra en el trópico. Tan solo aspiro a que nadie encuentre en ellas un atisbo de renuncia, de falsedad, de impostura. Decía que es lo de menos porque, a fin de cuentas,  creo que solo me leo yo mismo. Sin más ni más. Vale.   



sábado, 23 de mayo de 2015

UN hombre murió apaleado en la cárcel de Pavía, exactamente en el Ager paCalvetianus,  en el año 524 o quizás en el 525. Había sido condenado por traición por Teodorico y y por un senado condicionado por las influencias del emperador.  El hombre se había ganado el respeto gracias a su estudio, dedicación y culturas, pero entendió, como él manifiesta, que tras la lectura de Platón, quiso mantenerse en sus ideas. Esa posición le valió el destierro y posteriormente la muerte.

Sin  embargo, ni Teodorico, ni los senadores que lo ajusticiaron han terminado formando parte de nada. Tan solo ese hombre, Anicius Manlius Severinus Boethius, alcanzó a escribir La consolación de la filosofía en aquellas condiciones decadentes. Un libro excepcional y básico en cualquier biblioteca que pretenda mantener el hilo de Ariadna de la cultura occidental. En sus páginas no observamos ni un solo reproche ni explicación a sus desgracias, tan solo un volcán de sensibilidad, poesía y belleza. 

Sigo con la lectura de Una historia natural de la curiosidad de Alberto Manguel. Cuánto disfruto con este tipo de libros edificados sin más brújula que la propia consciencia de la lectura. Me arropo con las incursiones de lo que el autor considera curiosidades prohibidas, tal que las de Ulises en la obra de Dante, personaje no castigado por sus consejos maliciosos sino por querer ir más allá del límite. 

Me quedo cavilando toda la tarde mientras la luz, atravesada por el levante, despierta unas emociones profundas y renovadas. Si algo demuestra la historia del arte, las manifestaciones literarias que aún perduran más allá de los días en que fueron concebidas, es que son obras de un solo hombre que, sumadas a otros hombres ilustres, nos definen, describen, elevan de condición.   




jueves, 21 de mayo de 2015

“ARTE o natura nunca te mostraron
mayor placer[…]”


Pertenecen al “Canto XXXI”  de Paraíso, de Dante, el canto de la fascinación. Es el instante en que aparece Beatriz y desaparece Virgilio; quizás, el momento en que desaparece la razón y comienza la revelación a funcionar. El lector acaba de desnudarse tras el itinerario de lectura que ha ido leyendo. En este punto, más que en ningún otro, como sucede en pocos libros, se ha producido la transformación del lector, de la oscuridad, a la claridad. Las palabras han dejado de ser lo que son para el lector. Todo se ha transmutado en un tablero de símbolos en que leer es ya una música secreta. Como si tuviéramos en las manos una flauta de siringa, tan solo nos queda escuchar y avivar el ánimo, leer y silenciarse como un árbol con las raíces hacia lo interno. Ni el artificio, ni lo natural son realidades válidas para establecerse en ese mundo nonato, entonces, ¡qué somos nosotros mismos en esas realidades, en ese “resplandor de viva luz eterna”?

miércoles, 20 de mayo de 2015

LA INTEGRIDAD moral es un tesoro refulgente en el interior de cada cual. No brilla al exterior, antes al contrario, se oxida y enmohece al poco de ventearlo. 

***

Llevo unas semanas con melancolía. En algunas situaciones no sé resolver los enigmas y, en cada acción, me siento con la hiel en la boca. Me quedo cavilando en qué errores he incurrido para que, de repente, algunas cuestiones cambien hacia otra dimensión; escribo y me arrepiento; hablo, y desearía no haber hablado nunca; llamo por teléfono y me inunda una profunda tristeza que me conduce al llanto. Como ahora, que pareciera que estoy recorriendo un laberinto del que nunca saldré con la lágrimas restallando entre mis manos. 
Es una melancolía negra cuyos vértices no encuentro. Solo, soledad. Mustio y perdido. Respiro y siento un punzante dolor desde el tuétano que me atraviesa como una espada candente. Con los amigos trato de ofrecer siempre la verdad de los actos, de descubrirla en conjunto, agarrado de sus manos. 


domingo, 17 de mayo de 2015

ALGUIEN recordaba ayer el Zibaldone di pensieri y en cuanto llegué a casa no tuve más que abrir el libro y comenzar a leer cualquiera de sus páginas. Su prosa me provoca una fascinación permanente, tanto así sus poemas, pero la prosa de Leopardi trasluce una cosmovisión singular, una postura frente a la realidad que expresa, estoy convencido, como vive. Por eso mismo, leer a Leopardi es poder leer la vida de un hombre fabulosa, de un escritor, de un poeta. Por azar, me encuentro en el Zibaldone la misma cita de Lambert que utiliza A. Manguel en su libro. 
Unas páginas más adelante, puede el lector leer lo siguiente: "La escritura dev´essere escritura e non álgebra; debe rappresentar le parole cii segni convenuti, e l´esprimere e il suscitare le idee e i sentimenti, ovvero i pensieri e gli affetti dell´animo, è ufficio delle parole così rappresentate". 

Lee uno estas líneas, se queda cavilando un rato, las escribo, las gloso, anoto ideas a su lado, vuelvo a escribirlas, las traduzco lentamente, libo en ellas como las abejas recelosas. 

Uno de los textos que me tiene atrapado estos días es Tristes y Pónticas de Ovidio. he ido escribiendo un poema tras haber leído los dos tomos con detenimiento. La respuesta como lector, el poema, no sé si terminará resultando adecuado y completo, pero el júbilo de escribirlo, sin más ni más, es la manera de celebrar el enriquecimiento de haber leído esos textos. 
Creo que, con el tiempo, el lector debe conformarse con esa exaltación individual que cada uno debe contener en la lectura.No es necesario escribir, ni completar libros, ni siquiera sentenciar ante los demás cuántas las nimiedades de nuestras vidas. Leer, cuando se realiza desde el convencimiento y siguiendo el hilo de Ariadna de lo humano y mortal, es fin y permanencia. 


jueves, 14 de mayo de 2015

SUBRAYO, durante la mañana, el siguiente fragmento: "El artista es el origen de la obra de arte. La obra es el origen del artista. Ninguno puede ser sin el otro. Pero ninguno de los dos soporta al otro por separado. El artista y la obra son en sí mismos y recíprocamente por medio de un tercero que viene a ser lo primero, aquello de donde el artista y la obra de arte reciben sus nombres: arte". [...] Qué sea el arte nos lo dcid la obra. Qué sea la obra, sólo nos lo puede decir la esencia del arte. [...] El origen de la obra de arte es el arte. [...] El origen de la obra de arte y del artista es el arte. El origen es la procedencia de la esencia, en donde surge a la presencia el ser de un ente". 

Líneas más adelante, aparece la afirmación, en mi criterio, capital de este entramado, a saber: 
"En la obra obra el acontecimiento de la verdad". 

Qué maravilla la obra de Heidegger, sus paseos por los caminos del bosque por los que nos lleva de la mano hasta perdernos en un confín, solitarios, extasiados, naturalmente mortales.  

miércoles, 13 de mayo de 2015

EN EL LECTOR se va conformando una idea y una materia de la poesía al paso de sus lecturas. El libro hace posible que un lector pueda evidenciar, desde el nacimiento del género, cómo se ha ido manifestando la poesía a lo largo de los siglos y, por tanto, qué es la poesía en el ámbito de la palabra. 
Sucede el caso con el resto de géneros literarios. A las preguntas qué es una novela, qué es una obra de teatro o qué es la poesía el lector que se atreva a tratar de edificar una respuesta no le queda otra opción que leer, leer, leer. Más tarde, la virtud y el talento y la gracia de los astros. 

¿Ocurre lo mismo con los creadores? Parece que la moda actual consiste en ser original, pero una originalidad que desemboca en un vacío enorme. Quiero decir, el empuje principal reside en ofrecer una propuesta estética (supuestamente) original pero que no puede serlo ya que no se enlaza con ninguno de los aspectos de la poesía, no establece vínculos, incluidos los contravínculos, con la llamada tradición que no es más que la historia de las manifestaciones de la poesía en la palabra. 
Nadie se imagina a un individuo que desea convertirse en pintor sin estudiar, practicar, observar los rudimentos básicos del oficio. Sí, ocurre esto en la poesía, hay quien oficia el cargo sin más ni más. 

Octavio Paz ya configuró una acertada expresión para referirse a estos propósitos, "la tradición de la ruptura". Sin embargo, la ruptura del Romanticismo, del Modernismo o de las Vanguardias encontraba su razón de ser justamente tras una lectura que analizaba los fósiles expresivos en que había quedado relegada la poesía. Esta ruptura no era más que la necesaria renovación de la expresión lírica para poder seguir diciendo los temas de siempre pero incorporando las nuevas posibilidades expresivas de la evolución de la lengua y de la realidad. ¿Cuál es la propuesta ahora? ¿Qué elementos de la poesía están presentes en los poemarios? 

Ante la falta de elementos fundamentales en un texto poético, los autores tratan de argumentar que su poesía quiere romper con lo anterior, nombrar lo nuevo. Probablemente,  cuando uno afirma cuestiones de este calado, no tenga una idea formada de la revolución que supuso la entrada de la poesía italiana en España gracias a Boscán y Garcilaso. Estos poetas les parecerán antiguos, caducos, especies de salón para la galería. Escribimos Garcilaso como Don Juan Manuel, Cervantes, fray Luis, Bécquer, J.R.J. o Borges. No nos paramos a analizar la poesía de otras tradiciones o la repercusión de poetas en otras lenguas en nuestra literatura. ¡Ah de Petrarca, Dante, Rilke, Hölderlin, Leopardi! 

Estos autores que señalo, mal que bien, proponen una posición ética ante el mundo anterior, con las concretas ejecuciones poéticas que los antecedieron. Consiste en el diálogo, en la relación intertextual, en la inclusión para la transformación, no en la mera ruptura vacua, que termina ahogada en su propia cámara hermética. 
En cualquier caso, estamos ante la manifestación no solo de la falta de lecturas edificantes, sino de la pérdida de las cualidades del lector. Porque, en el fondo, los autores que señalábamos anteriormente, fueron, sobre todo, excelentes lectores. 

martes, 12 de mayo de 2015

QUÉ bella sería una historia natural de la sensibilidad, pero, a la vez, qué difícil escribirla. Cada uno tendría la oportunidad de engarzar todo aquello que, en algún momento, azuzó su sensibilidad, su espíritu, provoco un derrumbe y una transformación en su propia existencia. No sé por dónde comenzaría; quizás, en estas semanas, principiara el texto con algunas obras musicales que moldearon mi sensibilidad. Recuerdo las sinfonías de Brahms como una conmoción apabullante; también las de Mozart y, por supuesto, Beethoven. Más tarde llegaron Bach y un autor de especial calado en esta trama, Corelli. Si tuviera que buscar un símil con la música de algún autor para definir qué es la poesía diría sin dudas, Corelli. 
Claro está que no podemos recluir el nacimiento de la sensibilidad a las disciplinas artísticas. Existe un elemento amniótico, natural, que nos conecta por completo con el ser, lo reactiva con su razón de existencia. Ese elemento que nos conforma nos ha ido conduciendo hacia lo que somos. Nuestros pasos resuenan en ese pentagrama ya encriptado de la sensibilidad. 

En cada gesto, acaso en cada una de las acciones que realizamos, la sensibilidad nos guía. Aplacarla es una acción fallida. Leemos con el signo permanente de sus pasos en nosotros; amamos así en su nombre como correligionarios de su dictado. Ser es desarrollar lo sensible, lo que resulta al cerrar tus ojos en la postrera hora. 

He querido conciliarme gracias a la sensibilidad en mis ojos. Para ello acudo a la Divina Comedia y comienzo a releer los versos. Espigo entre las páginas de las tres partes de la obra. En un lado y en otro, la música, la palabra que desvela, el laberinto de la soledad, sístole y diástole que me da vida. 

domingo, 10 de mayo de 2015

UN poema muestra la lucha, la armonía indefinible, entre lo que mencionan  y lo que son.

sábado, 9 de mayo de 2015

LLEVO toda la mañana recordando y reflexionando la frase de David Hume en el Tratado de la naturaleza humana cuando diserta sobre los diálogos filosóficos y entiendo, grosso modo, cuando se produce un diálogo en busca de la verdad: "No es la razón la que gana, sino la elocuencia". 
Estas palabras pueden aplicarse al campo de las artes, no son las ideas las que ganan, sino el ars bene dicendi, esto es, el arte de escribirlas. Por este motivo, cuando un libro presenta tan solo la propuesta razonada de sus ideas, queda recluido en sí mismo. Es la obra magna, el clásico, el que consigue exonerar de esa razón plana a la palabra que bate sus alas en el lector, dentro ya del lector.

Las palabras escogidas van encriptando las ideas y cuando no existe el talento y la mesura en la creación termina todo por ser una mera palabrería, por muy buenas ideas que estén latentes detrás de esas formas. No traslucen nada, no simbolizan nada, son nada al fin y al cabo.

Existe un afán interno del hombre en conocer, en escudriñar las causas comunes que nos hacen estar aquí de esta forma. Tal que la obra artística, el individuo, como el artista, desea conocer su origen y formación. Escribió Séneca: "La naturaleza nos dio una curiosidad innata y consciente de su propio arte y belleza, nos creó para que fuéramos la audiencia del maravilloso espectáculo del mundo; porque  se habría esforzado en vano si cosas tan grandiosas, tan brillantes, de rasgos tan delicados, tan espléndidas y tan diversamente hermosas se hubieran exhibido en una sala vacía". 
Puede que el arte, la literatura en este caso, responda a esa experiencia en la sala armónica de naturaleza. Y en esas bóvedas, cuando encuentra su forma primitiva y natural, comienza a sonar en el cuerpo de todos lo que desean dejarse ir en la feliz andanza de la muerte. 
  






jueves, 7 de mayo de 2015

CUANDO he vuelto a casa, he corrido como un loco al sótano, he localizado el libro y he comenzado a leer lo que se dice de las liebres en el Diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot. todo esto ha ocurrido porque me ha acompañado, durante casi todo el recorrido en bicicleta atravesando el trigo, una liebre. No se ha despegado de mis ruedas. aparecía y desaparecía. Asomaba las orejas y las escondía en el trigo rubio por el sol. De repente, se colocaba delante de mí y corría por el camino dando unos saltos espásticos, atléticos, zigzagueantes. La escena me ha llevado a la pintura de Durero y las palabras que dediqué a la portada del libro de Kapuscinski, Viajes con Heródoto
Pero, más allá de todas estas serendipias, lo que me ha dejado embobado ha sido la definición que ofrece Cirlot: " En el sistema jeroglífico egipcio, signo de determinación del concepto Ser, simbolizando, en consecuencia, la existencia elemental". En el mundo chino es un animal de presagios, en la cultura hebrea la considera un animal inmundo, los griegos la relacionaban con Hécate, diosa lunar. 
El campo mostraba una quietud prodigiosa, el trigo amarillea casi tostado, la tierra comienza a embeberse de sequedad y uno, atravesando la vida de las perdices, termina acompañado por una liebre. El hecho ha sido inusual, pues muchas veces se han cruzado en los caminos, pero esta ha querido seguirme o, quizás, ahora que lo escribo, he sido yo el que ha seguido el hilo de sus paso, el misterio de su pelaje y la rauda y lujuriosa soledad del campo. 
 

martes, 5 de mayo de 2015

VALÉRY, quién si no, me da la fórmula: "poiética". La mezcolanza entre la ética y la estética. Porque un autor debe resolver la nebulosa interna que lo invita a escribir. Nada más y nada menos.  
Las palabras proporcionan ideas y las ideas originan palabras. Tanto es así que con este término de mi querido Paul encuentro el vocablo para conjuntar las dos ideas inseparables que tanto me preocupan en estas últimas semanas. Po+i+ética. 
Estas dudas que marco son las dudas en la propia vida, en la existencia. No hallo otra forma de permanecer más que en la dubitación. No puede desligarse la lectura y la escritura de la vida y viceversa. Las acciones con las que manifestamos nuestra filiación a la literatura deben ser diáfanas y límpidas. En este sentido, me conformo con leer y, acaso, con escribir esa lectura. 

Hölderlin supo expresar, -y legarnos la maravilla-, de forma razonada este entramado entre el individuo, la sociedad y la obra literaria. Escribió lo siguiente en su ensayo Sobre el modo de proceder del espíritu poético: "Lo individual está en pugna con lo puro que ello comprende, está en pugna con la forma que hay a continuación, está en pugna, como individual, con lo universal del cambio". 
Fruto de esa pugna y gracias a la consciencia clara de que existe y es inevitable, surgen las obras literarias y artísticas que trascienden sus momentos. Es una consciencia que pudiera relegarse a un momento de la vida de un individuo y no volver a producirse nunca más. Cuando aparece y se funde con el individuo en una sola forma hablamos de naturalidad.  
    
Caso contrario es el de la ausencia de esa consciencia o acción del espíritu poético, según Hölderlin. Cuando el individuo fuerza esa condición su obra trasluce la ausencia de visión, es antinatural; normalmente, obras que exaltan lo más inmediato del individuo y que seleccionan términos abocados a su temporalidad y, eso sí, responden a las modas pasajeras de escritura que tan solo sirven para encrespar la vanagloria. 

Así, Ese encuentro unitario, ese despliegue de los días volcados en literatura, ese sentir de la infinitud en el espíritu es lo vivificante en la obra y lo que desemboca en la conexión con el lector atemporal. 

En este sentido, hay un autor circunstancial de las obras literarias tanto como un lector circunstancial de las obras literarias. Cuando se produce ese encuentro, estamos ante una dimensión extraordinaria de la naturaleza humana, pues, para que se produzca, los dos deben contener la proporción necesaria de esa naturaleza originaria que le permite comprender, atisbar. 

En el Libro del Tao podemos leer los siguientes manifiestos: 

"La armonía se llama lo "permanente";
conocer la armonía se llama "clarividencia";
gozar plenamente de la vida se llama "desgracia";
[...]

Dicho en otro momento y en otra época, pero correspondiente a esta definición del ser, Orígenes nos dictó lo siguiente: 

"Comprende que eres otro mundo en pequeño y que en ti se hallan el sol, la luna y también las estrellas".   



domingo, 3 de mayo de 2015

HAY obras literarias que permiten dar vida a nuestra preguntas. Como afirma Manguel, en Una historia natural de la curiosidad, leer es afirmar nuestra fe en el lenguaje. Con el tiempo, en la búsqueda de esas obras que redefinen lo que creíamos ir sabiendo, nos encontramos con un impulso primero. Esa acción termina por convertirse en un cauce y ese cauce en una forma inseparable de vida. Todo lo que reside en el otro lado, todo lo que no se ajusta a ese camino ya mencionado por Dante, es superflúo y además contiene, en su seno, a los que jamás vieron donde no se puede ver. 
Volvemos a la gracia de las palabras de J.R.J: "Una ética estética". Esa es la dicción de la naturalidad y el salvoconducto hacia la ejecución de una obra, al menos, limpia y natural.
Tengo, por contra, la sensación de que el mundo actual está demasiado ocupado en organizar eventos, en desarrollar fiestas literarias como para ponerse a leer, por ejemplo, a Dante. ¿Qué antigüalla, no?, me han llegado a decir. Incluido un indescifrable: "A Dante ya se superó". En el lugar de Dante podríamos incluir a muchos otros autores de distintos géneros literarios. (In scriptum. Debería constar que estos que así se manifiestan jamás leyeron a Dante).
En el fondo, todo es muy humorístico y, por supuesto, personal. Allá cada cual con lo que lee y con lo que hace, faltaría más, pero, me veo, en la intimidad de este trópico, en la necesidad de manifestar mi parecer al respecto. Amo la literatura y la ética que conlleva la literatura a sabiendas de que esto mismo supone la condena a la soledad, al ostracismo, al silencio individual, a no bailar las danzas contemporáneas de la música tecno y de hip hop. Siempre, es verdad, preferí a Bach por sobre todas las cosas por eso escribo desde la confirmación de esta postura, no en contra de nada, por supuesto. Antes al contrario, las contemplaciones conducen a la matriz del símbolo de la literatura. 

Toda obra literaria supone el fracaso en sí misma; escribir, al contrario de leer, consiente la paradoja de saber que no diremos nada nuevo. Por esto mismo, leer las obras que alcanzaron esa virtud hace del lector de las mismas un individuo que nutre al resto de libros cuando ejecuta su lectura. Como en la Odisea o en la Commedia, así como en El Quijote debe uno saber escoger sus guías, los que anteceden sus pasos por donde nunca antes habíamos transitado. Así, en este fascinante ejercicio de leer, sucede que las lecturas van conformando esas pisadas de ida y vuelta hacia donde todavía no conocemos nada. En ocasiones, como en estas obras, el lector, el caminante se ve solo, sin más ni más. Es justo el momento de la confirmación y la transformación.