miércoles, 20 de mayo de 2015

LA INTEGRIDAD moral es un tesoro refulgente en el interior de cada cual. No brilla al exterior, antes al contrario, se oxida y enmohece al poco de ventearlo. 

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Llevo unas semanas con melancolía. En algunas situaciones no sé resolver los enigmas y, en cada acción, me siento con la hiel en la boca. Me quedo cavilando en qué errores he incurrido para que, de repente, algunas cuestiones cambien hacia otra dimensión; escribo y me arrepiento; hablo, y desearía no haber hablado nunca; llamo por teléfono y me inunda una profunda tristeza que me conduce al llanto. Como ahora, que pareciera que estoy recorriendo un laberinto del que nunca saldré con la lágrimas restallando entre mis manos. 
Es una melancolía negra cuyos vértices no encuentro. Solo, soledad. Mustio y perdido. Respiro y siento un punzante dolor desde el tuétano que me atraviesa como una espada candente. Con los amigos trato de ofrecer siempre la verdad de los actos, de descubrirla en conjunto, agarrado de sus manos.