VIVIR una biblioteca es escribirla. Por eso, de vez en cuando, ejerzo de instrumento del azar y agarro de las baldas libros que, aparentemente no guardan afinidad electiva alguna pero que, cuando comienza uno a leerlos en polifonía, espigando aquí y acullá, muestran conexiones, enlaces secretos que antes no se habían podido advertir. Y es el lector el que se convierte en el lugar de apariciones de las intertextualidades.
Llego a casa con ¡Viva el latín! Historia y belleza de una lengua útil de Nicola Gardini junto con Berta Isla de mi queridísimo Javier Marías con 4321 de Auster y con un menudo, pero inmenso, libro de Alberto Manguel titulado Mientras embalo mi biblioteca. A todos ellos arrimo dos relecturas de estas semanas Poética del espacio de G. Bachelard y La música como pensamiento de Mark Evans Bonds.
Lucrecio dialogando con Manguel mientras leo los textos en latín que cita Gardini y que ilustran a los ojos y el espíritu le valor mismo de la palabra y su dicción.