martes, 4 de agosto de 2009

Luz de vísperas.

Luz de las vísperas, ancho salón del presentimiento, futuro decir, arrepentido regreso. Mañana, pasado el mediodía, llegaré a Bergamo. Por unos días estaré atravesando algunas ciudades italianas. No sé si, de esa experiencia próxima, surgirá algún texto, alguna parrafada estrambótica o los mimbres para una narración extensa o siquiera las protuberancias de unos poemas o -a lo sumo y como casi siempre ocurre- ideas fugitivas que terminan en migajas de un diario.
A decir verdad, nada de eso hace falta para escribir, pero el estímulo es notable. Las ciudades me esperan con la cadencia de unas páginas en blanco, con la apertura de un puente que aproxima a otra orilla. El amanecer, las noches, las miradas ajenas sobre nuestro rostro, el candor modelado por una tierra, un lugar en que el sol aplica el amor a los desterrados.

***
He querido esta tarde terminar la lectura de Kertész. Cosa imposble. Su profundidad y genialidad hacen que uno no arranque de un impulso más de dos páginas. Con esta lectura aprende el lector que la literatura es el comienzo de una postura frente al mundo, una postura profunda y radical. Descreo de los escritores que dicen que necesitan contar historias o de aquellos que argumentan que la poesía debe estar a pie de calle. Pienso que nunca lo ha estado, al menos, en épocas modernas y si lo ha estado fue bajo unas circunstancias muy determinadas.
Sin embargo, la narración ha sufrido un cambio en la relación con la sociedad. Su sitio es otro. Kertész: “Piensa mal del arte quien considera que transmite sentimientos. El arte transmite vivencia, la vivencia de vivir el mundo y sus consecuencias éticas. El arte transmite existencia a la existencia. Para ser artistas, hemos de sustanciarnos en existencia, igual que el receptor, que también ha de sustanciarse en existencia. No vale conformarse con menos; y su algún significado posee este rito, únicamente se puede buscar aquí”. Me van a perdonar la extensión de estas líneas de Kertész, pero el párrafo es de un calado en que la glosa o la respuesta se diluyen en esta sintaxis galérica.

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