ESCRIBO, y lo deseo, en un tono comedido, receloso de las lúdicas propuestas estéticas. En esto, como en todo, han influido las lecturas, el cuerpo de textos que realmente teje la vida paralela de cada cual. En esos textos, a pesar de sus falsedades, de sus paradojas, de sus improcedencias, he ido convocando una suerte de trama personal que, a la postre, resulta lo que uno desea escribir. En la literatura casi nunca se acompasan realidades y deseos, pero las lecturas se convierten en los arsenales que trastocan la realidad, quizás en el único asalto en vida, en carne viva, para desmontar la realidad a los ojos.
Quiero decir que cada cosa nombrada desde lo literario ha sufrido, para el lector, una trasnformación. En esa metamorfosis reside una permanencia y el escritor, en la estirpe de Orfeo, debe armonizar desde su naturaleza, trascendiéndola, las dos naturalezas. La imposibilidad de este deseo es certeza, pero su planteamiento ya orienta, como decía Machado, la poesía al misterio.