TODO comienza sin conocer el origen o la causa o la fuerza que lo principia todo. Arremete desviando la voluntad interna, casi sometiéndola a un decir imperativo. La vida comienza entonces a macerarse con la palabra, a envolverse de sus mecánicas, a prescindir de los arrebatos insignificantes que distraían de ese misterioso aroma insoslayable y, como una trama oculta, a ocupar tu propia vida. Al final dejas de existir por haber entregado tu vida a la búsqueda de ese origen, de esa causa, de esa fuerza que todo lo principia. En mitad del camino, sabio Dante, una enorme confusión lo inunda, un abisal deseo de muerte, de abandono irrumpe como la noche profunda a tus ojos. Es el momento de la claridad o de la oscuridad perpetua; de desandar o de trazar el sendero con tus pies de agua, de no dejar de ser para ser sino de desear dejar de ser. En ese punto me encuentro habitado de enigmas y conjuros.