Y TODO comienza en un tiempo extinto en la memoria pero permanente en el vivir. Porque la memoria es un trazado, una besana ininterrumpida, que no tiene principio en nuestros días ni de la que conocemos su territorio. Nos mantenemos siempre en el equilibro de ese surco, como línea cristal o música incendiada. Una geometría de la alucinación. Sabemos de su existencia porque somos en ella pero no intuimos su existencia por no somos nada más que fugacidad.
Voy encontrado, en estos días, a pesar de todo, un atisbo de feliz comunión con la lectura y la escritura y, mientras, sigo leyendo El anillo de la verdad de R. Scruton (Acantilado). Necesito volver sobre los libros caninamente, como decía el doctor James Boswell.
Wagner necesitó de la lectura (de los Grimm, de Hegel, de Eliade, de Winckelmann, etc.) para llegar a una consciencia: el arte penetra en el misterioso núcleo de la existencia humana. En esa bruma primera, ese arcano, el artista verdadero no escucha el fondo de lo cotidiano, ha logrado ya evadir toda tentativa de estar. Su deseo de plenitud reside en el itinerario de un es permanente, en el afán de encontrar la objetiva esencia primera, quizás una gramática de lo insondable.
...puede que como afirma Tolstói en El camino de la vida (Acantilado) "[...] ¿Qué es la consciencia? La consciencia es la voz del ser único y espiritual que habita en todos nosotros".
Esa voz única me llama, cada día, a volver a la senda de escribir y leer, de leer y escribir, de escribir las lecturas. Además, pienso que cuando un hombre se entrega al principio nítido de su vida, el que lo empuja y precipita a ser "vividamente" está cumpliendo con la armonía general que le designa la existencia.