jueves, 7 de mayo de 2020

Leyendo a Schiller, que es como leernos ahora. Tolstói con Marco Aurelio.

[...]" LA voz de nuestro tiempo no parece en modo alguno elevarse a favor del arte, al menos no del arte del que me ocuparé". Estas palabras las escribe el filósofo alemán Schiller en su Carta II en Cartas sobre la educación estética de la humanidad y las lee uno como un salmo, acaso como una profecía antigua en esta tarde de levante primaveral.

Seguimos recluidos en casa, más de cincuenta días llevamos confinados por un coronavirus que azota a mundo. En casa, haciendo del hogar un mercado persa de trabajo y familia, hemos aprendido todos a sopesar lo positivo: nunca antes habíamos estado juntos tanto tiempo, con tanta efusión, con tanta vida compartida. Eso mismo es ya un aviso de los días venideros pues no quiero ahora despegarme ni de E., ni de F. ni dejar de leer con ellos, dormir con ellos, hacer la vida con ellos a cada paso.

Llegué a Schiller cuando estaba leyendo el libro sobre Wagner; me apetecía releer algunas páginas de un pensador de otro tiempo, sin embargo, me han arrojado satisfacción y placidez cuando lee uno pasajes como estos: 

"La utilidad es el gran ídolo de nuestra época, y a él deben complacer todos los poderes y rendir homenaje todos los talentos". 

Un soneto, de duda atribución a Calderón de la Barca, comienza con un cuarteto armonioso y justo para esta tarde. El poema se titula "Mi canto quiero levantar del suelo"

"Mi canto quiero levantar del suelo
y quiérole subir a las alturas
mas porque sin tu luz van muy obscuras
espíritu sagrado, ven del cielo". 
[...]

Y en eso consiste el vuelo de la gracia de vivir, levantar el espíritu del suelo, convertirlo en un confín sin límites, en paradoja viva. Y existen lecturas, ejercicios diarios que conllevan ese apreciado vuelo de pájaro solitario.  Con Tolstói la lectura es diaria, el encuentro es inevitable aunque tengamos ya el plomizo peso de la noche encima; estamos con El camino de la vida (Acantilado) y, en este volumen, a cada página, puede uno detenerse como por un campo bello, botánico. Tolstói cita a Marco Aurelio:
" Acuérdate de esto, eleva el alma por encima de la carne, protégela de cualquier inmundicia cotidiana, no permitas que tu carne la asfixie".