MURIÓ Gabriel García Márquez y con él una etapa de la memoria de la formación universitaria en Sevilla. Recuerdo que el mismo día en que estábamos abordando algunos aspectos de la obra del colombiano y recordando las relaciones con Vargas Llosa, fuimos, -M.C. y uno, ya enamorados, ya entrevistos-, a una librería de lance. Movidos por una fuerza u otra, allí encontramos la primera edición, inencontrable, deseada, ausente en la biblioteca de la Facultad, de Historia de un deicidio, de Vargas-Llosa; un libro que, más allá de lo que simboliza personalmente para los dos escritores está colmado de lucidez y de profundidad sobre muchos aspectos de la obra del colombiano. A ello se sumó que la señora que regentaba la minúscula librería no tenía conocimiento del valor de aquella pieza y, si no recuerdo mal, nos costó cinco o seis euros. Un capital que, por aquellos años universitarios, nos resultó del todo mágico.
Cuando regresamos a la Facultad leyendo las páginas del libro de la editorial Seix-Barral muchos se quedaron sorprendidos por la caza a la que le habíamos dado alcance. Llegamos a las aulas con un pedazo del hielo que Aureliano Buendía quiso descubrir desde su memoria más primitiva, con el fervor de los lectores que se dejan algo más que el tiempo y el entusiasmo en las páginas.
Esta es la imagen que me gustaría quedase de todo aquello, de aquellas lecturas infatigables de las obras de García Márquez y de tantos narradores hispanoamericanos que supusieron, en muchos casos, la educación sentimental de un lector en ciernes que no hallaba en la literatura escrita en España nada más sobresaliente que lo que iba leyendo en Cortázar, Onetti, Vargas Llosa, Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes o Borges.
Como lector sigo quedándome con dos aspectos de la obra de Gabo especialmente significativos para mí. Uno, el lingüístico. La supuesto música de la prosa de García Márquez puede ser analizada al detalle, minuciosamente, ya que esta presenta unas características prosodemáticas, morfosintácticas y léxicas singulares, altamente literarias y poéticas para el lector. A diferencia de los escritores de la península, la belleza formal, la selección del léxico, las reminiscencias de la literatura oral y primitiva palpitan en la obra de los narradores hispanoamericanos, especialmente, en la de García Márquez. El otro aspecto, la condición de lector que demuestra con las infinitas intertextualidades veladas y remembranzas a otras obras que hacen, de la suya propia, un tamiz de referencias que recorren la historia de la literatura universal desde Suetonio, Plutarco, pasando por el Romancero, Lazarillo de Tormes, la lírica tradicional hasta Leopardi, la música de Beethoven, los ballenatos, El Quijote y toda la literatura de Faulkner, Virginia Woolf y los narradores norteamericanos, entre otros.