"HAY que vivir, se dice, y se dice esto en el peor sentido. Sí, hay que vivir, pero hay que morir también. Y sobre todo hay que vivir muriendo para poder morir viviendo". Estas palabras pertenecen a Diario íntimo de Unamuno, al Cuaderno 2 exactamente. Todo el Diario muestra una obsesiva necesidad de espiritualidad que desemboca, al mismo tiempo, en continuas exégesis sobre pasajes bíblicos y sobre sentencias e ideas relativas a la razón y la fe de diversa procedencia. Entre unas y otras, advierte Unamuno la esencia del mortal y, como en las líneas que principian este texto, se zambulle en las aguas imperecederas del pensamiento humano. Qué somos y, sobre todo, qué vamos siendo parece azuzar la escritura y las ideas de Miguel de Unamuno. Al tiempo, el lector se ve sometido a continuas incursiones que frenan la lectura y hacen pensar el mundo. Antonio Machado afirmaba que pensar el mundo es hacerlo nuevo y en eso estamos cuando estamos leyendo un texto literario bello y justo en su verdad, haciendo le mundo nuevo en cada nonato pensamiento.
Hay que vivir, imperativo inexcusable, desde la raíz de nuestra condición: la mortalidad. Ser conscientes de la muerte que soportamos a diario conduce a contemplar, a regocijarse en lo bello, a refugiarse en la verdadera palabra; asirse a lo vivido como la savia del árbol, como el plumaje incandescente del crepúsculo sobre las aguas.