sábado, 19 de abril de 2014

EL ARTE no es la mera representación de una realidad, tan siquiera de múltiples realidades. No hay representación ni reproducción por muy realista que un novelista o un poeta deseara serlo. El arte no está sometido a los impuestos de la realidad; el arte propio, individual, que permanece y golpea en el territorio del lector allegado con la fuerza proteica de un origen desconocido, pero recordado en el proceso de la lectura. Es por esto por lo que considero que el escritor debe mantener siempre veneración por lo que escribe, un cuidado esencial en su palabra, ya que esta actitud con el verbo es la manera ética de edificarlo, de ser en la palabra, de transfigurarse cuando hemos desaparecido con  el nacimiento de la obra. Escribir es un proceso de invisibilidad, de ir deshaciéndose en el texto, de convertirse en texto mismo.  

La literatura posmoderna (y lo que leo de los contemporáneos) se perdió en el camino de las originalidades sacrificando el de las formas lingüísticas y, por ende, de pensamiento, pero a poco que uno lee a Platón o a Aristóteles, a Shopenhauer o Nietzsche, a Virgilio o a Dante o a cualesquiera de lo escritores predilectos cae en la cuenta de que la palabra es un surco en la memoria, un encuentro dador de vida y de muerte. Se sobrepone el afán de vanidad por el de la palabra verdadera, se destaca al individuo por encima de lo nombrado, cuando el arte de la escritura es el arte de la desaparición del ego. Se piensa que aquello de la expresión justa y exacta (ay, J.R.J.) es canción de otro tiempo, arcaica meditación de alcoba.  

Dialogamos en la noche, cuando la madrugada entona su canto. M.C. me indica que quizás para ser un lector agudo de poesía, tanto como para ser escritor, es necesaria una sensibilidad inhabitual, poco frecuente, una suerte de cosmovisión de la realidad demediada entre lo innato y lo artístico. Reflexiono sobre esto mismo y trato de buscar aristas por las que rebatirle el argumento, pero me hes imposible no aceptar, finalmente, el grueso de su teoría. La formación, la erudición no forman parte de la educación poética, pues la poesía comparte sustancia con la música, con la referencia sobrenatural de la música hacia el mundo. Agolpa en la palabra lo que la música hace naturalidad, con sus insuficiencias, con sus imposibilidades, pero ella, la poesía, cuando es necesita de otro estado para volver a ser en el lector.