Entra el profesor cariacontecido por el estupor de la vuelta a las clases. De repente, frente al aglomeramiento de risas, idioteces, sinrazones y despropósitos, abre un libro de cuentos de Vila-Matas y comienza a leer. Seguidamente, anota con su lápiz algunos comentarios en los márgenes de las páginas y cierra el libro porque el cuento era demasiado corto, no lo eligió bien. Cuando levanta la cabeza, los alumnos están en silencio. Han observado un prodigio, pero como no saben lo que significa, el bálsamo dura una milésima de infinito.
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