Para distraer el descontento de su incapacidad para la escritura, el profesor emprende la tarea de la defensa de la lectura como argumento para desarrollar la imaginación y la creatividad. Comenten en varias líneas qué hacen en sus ratos libres –obliga el profesor a los alumnos de ojos desencajados por la tarea. A continuación, Lorena escribe en su cuaderno tres o cuatro oraciones, pero al llegar a punto final, levanta la cabeza y dice con la timidez virgen que se expele ante lo desconocido, “Profesor, ¿usted qué hace en sus ratos libres?” Pues leer, hija, leer – en tono aginebrado. Ah, ahora lo entiendo, quiere saber qué son los ratos libres porque usted lo que tiene son “ratos libros”. Sobrecogido y apenado, comprueba el profesor que el talento y el ingenio es cosa de otros.
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