domingo, 7 de abril de 2013


ME dejan iluminado de suyo estas sintéticas palabras de Hesse. Su afilado pensamiento siempre se dirige a la esencia de lo poético y además renuevan mi torpe  y escasa acción del pensamiento. Me apoyo en sus logros para ascender, me valgo de sus luces para, al menos, se espectador de las virtudes de un hombre: 
"El poeta no debe amar al público, sino a la humanidad, que en su mayoría no lee sus obras y, sin embargo, las necesita". 

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Huxley escribió con lucidez sobre El Greco y Goya. En cuanto a este último pintor, no dejó de ensalzar los grabados y las pinturas de “La Quinta del sordo”. Obviamente, cada uno de los que penetran en la cosmogonía de estas pinturas queda azuzado por una extrañeza y una maravilla. Es la misma que convoca Huxley en su pequeña reseña sobre la exposición que menciona. Así, cuando me encamino a la azotea para contemplar el cosmos, pienso en un enorme mural en que se proyectan las luces, los recuerdos de una causa desconocida. Eso me produce un desvelo y un anhelo de no sé qué vivencia, pero, en esa inmensidad, encuentro siempre mi medida exacta.   


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Dice M. Zambrano en El sueño creador: “Existir es un movimiento en que se actualiza una esencia. Existir es el movimiento propio del ser, como el vivir actualiza la vida”. He reflexionado sobre estas palabras en muchas ocasiones y no pocas veces, cuando escribo, las tengo en cuenta, por delante, acrisoladas en la consciencia.  
 Así, en la poesía, el poema es la existencia que actualiza una esencia poética. Cada poema es un acto y por eso es insuficiente, pues lo que propone es una manifestación estética de la esencia original poética, de lo que denomino lo poético. Estas incursiones las he acordado en Ars vivendi con mayor o menor fortuna, pero siempre desde el convencimiento y la verdad.