domingo, 19 de octubre de 2008

DIÁLOGO CON LOS MUERTOS.

Me preguntan, sin miramientos ningunos, si entiendo qué pretende hacer Garzón con el franquismo. Argumentan que se trata de un episodio que terminó con la Transición y que remover ahora esos vientos del pueblo no es más que levantar a los muertos, con los que no se puede hablar. Ante esta complicada cuestión, medito por unos segundos, me sostengo en un silencio con la mirada perdida, sin encontrar una satisfactoria respuesta. Digo en voz alta que la justicia debe impartirse fuera de los márgenes del tiempo, porque la justicia es atemporal y rematadamente lenta. Llega sólo con la evidencia y con estos casos bélicos la evidencia se engatilló entre metrallas y pistoleros.
No estoy en absoluto de acuerdo con lo que acabo de decir, la justicia debía ser inmediata y no dejarse sobornar por la incompetencia de los hombres y los criterios partidistas. Pero no quiero caer en la cuestión de siempre, en las garras de los políticos. Por eso intento recordar a mi abuelo Juan, a quien no conocí y a mi abuelo Cristóbal, a quien conocí demasiado bien. Porque para la gente de mi edad, la guerra es cuestión de abuelos. Mi abuelo Juan fue un sindicalista que defendió el derecho de los trabajadores a pesar de la amenaza que se cernía sobre estos líderes eminentemente campesinos. En alguna ocasión me han contado episodios verdaderamente crueles: palizas, encarcelamientos y demás comportamientos de instintos animalescos. Por otra parte, recuerdo a mi abuelo Cristóbal; él fue un capataz de obras públicas que trazó buena parte de las carreteras por las que transitamos ahora. Claro, conoció las cunetas, las levantó, construyó las carreteras de la provincia, los caminos y estoy seguro de que en ellas aún quedaban restos de los fusilamientos, de esqueletos trenzados por la penuria del olvido. Así que mi respuesta es un diálogo con los muertos, con dos muertos que se llevaron parte de la verdad a sus tumbas.

6 comentarios:

  1. En este caso, tanto o más importante que el QUÉ es el QUIÉN. Justo cuando un par de semanas atrás la prensa hacía pública otra chapuza del megajuez que dejaba en la calle a un montón de narcos, aparece el citado abanderando una nueva cruzada en pos de la justicia universal.

    Yo no soy parte implicada;no obstante, si lo fuera, me preocuparía seriamente el hecho quien dirija el cotarro sea este juez, pues sus actuaciones, ineludiblemente, comienzan con grandes titulares y acaban en papel mojado.

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  2. Es cierto que estas cuestiones suenan a justicia de la república platónica; aunque también es cierto que aún de vez en cuando alguien debe recordarnos de dónde venimos y de cuál ha sido la trayectoria de este país. ¿Es Garzón el más apropiado para hacer esto? Gracias por el comentario.

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  3. Confieso, Tomás, que es una cuestión muy peliaguda y en la que es difícil acertar. Quizás fuera mejor dejar las cosas como están (que trabajo costó), pero reconozco que es lícito que haya gente que quiera dar justicia a sus muertos, maltratados por la historia. En mi familia, contamos con un tío paterno que fue asaltado y asesinado en un camino al cruzar el frente. A mí, en concreto, me da igual el bando al que perteneciera (de hecho, por lo poco que hablaba mi padre del asunto, no lo tengo claro). A mí, personalmente, me gusta más mirar al futuro, pero hay sensibilidades muy distintas.
    Otra cosa muy diferente es que sea Garzón el protagonista del espectáculo judicial. Tal vez en las manos de un juez más comedido, no se armaría tanto alboroto. La cosa es saber si un juez más comedido se hubiese prestado a esto.

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  4. Buena frase. "Para la gente de mi edad, la guerra es cuestión de abuelos". No sé otros. Yo de mis abuelos me he formado mi opinión. Pero no los juzgo.

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  5. Creo, José Manuel, que esa diferencia entre juicio y opinión es la piedra de toque de este tema.
    Algunos juzgan sin tener una opinión formada. Porque el juicio presupone una opinión formada, pero la opinión no determina un juicio.
    Juan Antonio, estamos en lo mismo. Es lícito...pero muy complicado.
    Querido Chinesco, el qué está por encima del quién en este caso, evidentemente. Tampoco me importa, repito, que alguien, de vez en cuando,incluidos esos revisonistas revulsivos de ambos bandos, aviven la opinión pública. Hoy, en el Instituto, he planteado una cuestión parecdia a esta. Nadie sabía qué pasó, ni qué guerra, ni qué hombres. El olvido encarnado. Eso me aterrorizó.
    Saludos y gracias miles.

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  6. Querido Tomás: Es meritorio tratar temas tan peliagudos como estos... Me quedo sin duda con esa frase, genial, que puedo lógicamente firmar: "Porque para la gente de mi edad, la guerra es cuestión de abuelos".
    Por una parte me horroriza el olvido, pero por otra no quiero que se reencarne el odio.

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