sábado, 9 de junio de 2012

HOY he ido a recoger un pedido de libros que llevaba tiempo esperando. Entre ellos venía uno de poemas del que no tenía juicio formado con anterioridad, ni siquiera poseía una opinión pasajera, tan solo los resortes y los magníficos recuerdos de una novela prodigiosa titulada La muerte de Virgilio.  Nadie me había recomendado la lectura de los poemas de Hermann Broch ni nunca antes había oído palabras elogiosas sobre su poesía. Ahora, después de leerlo ávidamente, entiendo por qué: es un poeta de la claridad y de las razones luminosas.

Comencé la lectura de En mitad de la vida, de Hermann Broch, y debo decir que su lectura pertenece ya a ese parnaso que la memoria reserva a los poetas iluminadores, a los que provocan abiertamente un conocimiento de la realidad inadvertido.
Repleto de poemas prodigiosos, que ahondan justamente en el misterio de la vida y de la creación vividos como un todo, Broch pertenece a la estirpe de Orfeo. Esta poesía completa remite a los escritores que jamás deben abandonarse, de Virgilio a Parménides, de Dante a Rilke, de Baudelaire a Novalis, de Heráclito a Platón. Con un título poseído por reminiscencias de la obra de Dante, uno a uno, leídos los poemas supone un acto de fidelidad en la poesía, en la poesía del centro indudable, de la pureza, en la poesía que concilia los contrarios, que hace de la noche la luz cegadora, de la muerte una dádiva de la vida, como expresa el propio autor: "la disolución de lo humano-su más profunda humanidad".  
Poemas como "Misterio matemático" ( [...]Pero aunque sean innumerables las manifestaciones de la forma,/ nada puede separarlas de la unidad".), "Tormenta nocturna", "Prado en verano", "En la luz dorada, las colinas...", "El calro del bosque", "Mitad de la vida", "Adónde vamos" o "Pensar en la huida" demuestran que estos poemas fueron escritos por un poeta de verbo luminoso, que participa de la gracia mundana de advertir lo divino, que intenta agasajar en sus palabras los bordes de lo inencontrable: "Solo cuando el conocer se sobrepasa a sí mismo/ se convierte en palabra,/ solo en lo inexpresable nace el lenguaje/ en el lugar del olvido cognoscente, de donde el retorno es difícil".

Coincido en tantas cosas con la propuesta ética y estética de Broch que su lectura me ha desconcertado más de lo que preveía. Sigo toda la tarde indgando en su vida misteriosa, leyendo pasajes fastuosos de La muerte de Virgilio, estableciendo analogías entre su paso por el campo de concentración y la vida de Boecio, recitando en alto versos como los anteriores, que siguen: "y solo pocos lo logran./ Pero la creación de lo terrestre se les encarga a ellos/ que han estado en la oscuridad y sin embargo se han liberado/ órficamente para el retorno doloroso". Una minoría en retiro, en la plena oscuridad de la soledad, recluida en la tarea órfica de nombrar luminosamente el mundo es lo que propone este poema titulado "De la creatividad".

En "Paisaje virgiliano", poema en que el olivo es motivo central y simbólico, culmina con las siguientes palabras: "por la verdadera permanencia", ¿cuántas veces no he escrito que la literatura es transformación y permanencia? Y un poema tan desgarrador como "Sentido del eco", ¿no conecta con la indagación de algunas de mis inquietudes sobre la música y el eco? "La sombra de Dante", "Tercetos a la noche" adelantan el cierre del libro con "Del envejecimiento", poema que termina con unos versos con los que me he identificado en plenitud como en pocas ocasiones: "en el lugar profundamente encantado/ se extingue el ser a sí mismo:/ sigue siendo el jardín,/ pintado con los garabatos del sol,/ pero detrás de la cerca, en la suave/ oscuridad del eco, está el bosque". El tiempo de la lectura de este libro reconstituyente ha edificado una suave oscuridad solitaria que invadía el centro de un bosque luminoso en que he estado siendo por unos instantes el ser de la permanencia gracias a las razones poéticas de su palabra.

En este autor he encontrado, además de estos poemas de pleno voltaje, una armonía que llevaba dentro. El tiempo dirá por qué y cómo ha sucedido, pero Broch opina lo siguiente de la poesía: "es espera que mira en la media luz, es abismo en presentimiento del crepúsculo, es espera en el umbral, es comunidad y soledad al mismo tiempo". No es la primera vez que llego a un autor sin más mediaciones que la intuición o lo que Tzara llamaba "el azar objetivo", pero debo expresar en el diario la fascinación de hoy por un autor que será para siempre.