martes, 12 de junio de 2012

NO consiste lo poético en divisiones o creadores de una correcta dimensión, sino en la presencia de la claridad plena o de la mudez absoluta. Es así de cósmica la dimensión de la poesía, pues está unida a la respiración, a la música, a la fusión rítmica con el cosmos que nos acoge. Dante fue quien mejor nos legó la forma poética de entender la poesía y sus presencias: círculos, estaciones circulares vinculadas por una misma sustancia y esencia, pero que quedan reservada a un escaso número de visionarios. Así leídos, los cantos finales de la Commedia marcan los derroteros más luminosos de lo poético, en ellos la poesía queda reglada y fue consciente de sí misma. es luz de luz, palabra de palabra verdadera.  
De esta forma, los poetas vienen a restablecer la realidad de las palabras, la realidad conjunta de un discurso ligado a la música, que nace del seno del ritmo y, por tanto, de lo más profundo y ancestral del ser humano. Si la poesía no logra participar de esa sustancia, esa esencia que elimina todos los egos, que trasluce la comunitaria existencia del hombre, seguirá siendo como el discurso de la pubertad: mera egolatría. Es así como entiendo a los poetas artífices, a los técnicos poetas de recursos momentáneamente brillantes, a los que acuden a la ironía y a la socarronería para decir lo que no saben ni pueden decir, a los que creen que su discurso restablece la historia de la cultura con minucias y argucias mediocres, a los que se alejan de la cultura profunda porque se creen ellos, minidioses, demiurgos cegatos, con la palabra edificante y renovadora, cuando poseen la yerma melancolía de los girasoles. Todos ellos formarán una división por debajo de la verdadera poesía, para mí, la misma presencia que un libro destinado al olvido absoluto.
La poesía no está sujeta a la razón empírica y positivista, a aquella forma de erudición poética que muchos autores de la mitad del siglo XX creyeron como un cauce de distinción; la poesía pertenece a la razón luminosa y clara y poética de la existencia. Y esa luminaria verbal pocos logran prenderla.