MAZURKA op. 17. n.4., de Chopin, es la música que sustancia esta tarde para E. Ella, en ocasiones, se muestra ensimismada, con una quietud impropia. Pienso que la música es la medida en la tierra del espíritu y que así lo percibimas, como una causa original que nos pertenece, que nos remueve, que sentimos profundamente nuestra, pero de la que no sabemos predicar nada. ¿Hay algo más maravilloso, entonces, que entender luminosamente?