NO seré yo el que dude más de la vigilia, pues estos días -en que el día y la noche son un mismo estado sin distinciones ni oscuridades, viviendo el día de continuo-, me están aleccionando sobre el concepto del tiempo. Pensaba uno que el día y la noche eran una suerte de actualización de los dioscuros antiguos, una cuestión gemelar sin origen cierto. Y esto me leva a la creencia de que los libros que descansan encima de la mesa pertenecían a la tarde de ayer, pero resulta que son ya de hoy. Por ejemplo, vuelvo a abrir Un centro fugitivo, de Á.V., publicado en Siltolá, los libros de Wiesenthal que muestran los subrayados permanentes, algunos volúmenes de Teoría de la literatura, de Lingüística, la Nueva gramática de la lengua (con todos los volúmenes, incluido el de Fonética), el libro de Baroja que mencionaba ayer, Leopardi, Petrarca y algunos otros mamotretos variados, como una silva de varia lección. De todos, me quedo siempre con la poesía, pues hay un recogimiento en ella, una percuciente tensión que conduce a lo más profundo y permanente que nos sustancia.
Atestiguo que en Un centro fugitivo hay poemas realmente verdaderos, que me han enseñado cómo poder expresar algunas de las intuiciones que andaban inquietas por mi mollera. Es verdad que he llegado a la obra de Á.V. como un novísimo lector, sin haber leído ningún libro completo con detenimiento, como el que llega a una ciudad bella a la que todos han viajado alguna vez.
Esta circunstancia me ha derivado a una enseñanza igualmente nueva. Si decía ayer que el libro de poemas que leí de corrido puso en claro que los poemas llegan cuando la poesía lo decide y que no se puede forzar con otros procedimientos, este libro de Siltolá atestigua y confirma esto mismo, pues tengo la certeza y la convicción de que esta antología muestra la obra del autor ya desposeída de todo lo sobrante, de lo accesorio y ajeno al verdadero pálpito. Es pues, una antología escogida con criterio inteligente, una forma póstuma de seguir encumbrando la poesía de uno. La selección permanente, ¿no era eso mismo J.R.J.?