COMO advierte Boecio, quien desea sembrar un campo virgen, primigenio, que brote de la pureza, debe limpiar primero la maleza de la tierra, y utilizar la hoz, y destrozar las zarzas, para que Ceres, la fecundidad, no nos llegue plagada de malversidades. Qué enseñanza más humilde y más tremenda para la literatura: antes de crear hay que abonar la tierra de la creación con lecturas que posean la semilla inmortal, que provengan del centro del bosque, porque, si no es así, el fruto será producto caduco, la palabra, hoja volandera. No de otra forma podrán brotar lo que Boecio llama los bienes verdaderos.