martes, 12 de junio de 2012

SI callamos ante la silente eternidad, habremos conocido lo suficiente.

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TODO lo que entiendo como lo poético está poetizado en "Coplas del mismo hechas sobre un éxtasis de alta contemplación", de San Juan de la Cruz. Fue el primer texto que leí del carmelita y lo hice en Sanlúcar, junto al convento en que descansa el manuscrito del Cántico. Una tarde de junio de hace ya algunos años; la misma tarde de ayer, diría, la misma tarde de la claridad. 
El poema condensa los ideales estéticos y éticos de lo que entiendo como poesía. "Trascendiendo", oír", "entendí", "sabiendo", "profunda soledad", "ajenado", "esencia" componen la isotopía fundamental del poema. Una combinación perfecta entre gerundios y verbos que tratan de narrar un suceso por sí mismo inenarrable, un acontecimiento del espíritu en marcha, en proceso del que únicamente entendemos su pureza y su origen. . El poema ofrece, además, una reflexión sobre la insuficiencia del espíritu por entender todo ("entréme donde no supe/ y quedéme no sabiendo"), esto es, sobre el conocimiento platónico de la realidad; al tiempo que reflexiona sobre la incapacidad de la palabra por decir ese territorio ("no diré lo que sentí", "me quedé balbuciendo"). La única consciencia del poeta (y la "consciencia" va configurándose como una clave simbólica en mi poética) reside en que él posee la evidencia de no saber, no entender, no conocer, aunque, con ello, con esa huida y fuga del racionalismo aparente,  consiga  "toda sciencia trascendiendo".