lunes, 25 de junio de 2012

LOS girasoles en la retina aunando la melancolía de la tarde, como esas páginas inolvidables en que los poemas se sucedieron como un bucle de claridad. Hoy he mirado al horizonte, a la naturaleza cara a cara, he vertido una minúscula voz y he sembrado el olvido. He lanzado la consciencia al infinito de la noche para que se impregne con los colores de la noche. Y he sido tan minúsculo y tan gozoso, he vivido sin estar en mí, he tenido por unos instantes la medida inexacta e invisible de los deseos.
Todo ello impulsa la poesía y la poesía hace que la palabra reluzca; la palabra en sí misma, en la mera designación, es plana. Es la poesía la que la desbroza de su ensimismamiento y la devuelve a su origen, a la causa de su nacimiento, al lugar en que residen y siembran los poetas verdaderos y perennes.