Hay autores de los que aprende uno la técnica navajera de despistar a los lectores -desperdigar una prolepsis por aquí, una analepsis acullá-, sin embargo, otros escritores te muestran, te señalan las arenas movedizas por las que discurre la literatura, donde todo es un enigma, donde todo debe someterse al lenguaje.
De un tiempo a este parte, venimos elucubrando Iván Pérez y el susodicho una especie de miscelánea a favor de la literatura per se, esto es, una apología estricta de las obras literarias. Y decimos bien porque el mercadeo de la obra artística está desvirtuando las pretensiones y la mera existencia de obras que van acumulando el polvo de los olvidos.
En este sentido, en cuanto todas estas aproximaciones y tanteos vayan tomando forma, ya iremos desgajándolo en los distintos cuadernos de bitácoras.
"escribir novelas se convirtió en el deporte favorito de un número
casi infinito de personas; difícilmente un diletante se pone a construir
edificios o, de buenas a primeras, fabrica bicicletas sin haber adquirido
una competencia específica; sucede, por el contrario, que todo el mundo,
exactamente todo el mundo, se siente capaz de escribir una novela sin haber aprendido nunca ni siquiera los instrumentos más rudimentarios del oficio, y sucede también que el vertiginoso aumento de estos escribientes ha terminado por perjudicar gravemente a los lectores, sumidos hoy en día en una notable confusión"El mal de Montano, Enrique Vila-Matas, Anagrama, 2002.
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