El año 2007 no quiso despedirse de nosotros (digo los lectores) sin regalarnos una última golosina: una magnífica edición de La Lozana Andaluza.
El Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, dirigido por Fransico Rico, junto a la editorial Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores y con la ayuda de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, está desarrollando un trabajo filológico de dimensiones ciclópeas. Con él, muchos de los textos de la Editorial Crítica -ya inmejorables para la filología- están siendo revisados y actualizados. De esta forma, podemos disfrutar de una edición renovada del Cantar de Mio Cid (Alberto Montaner) que establece novedades en la lectura del texto gracias a los últimos avances tecnológicos y que pone, además, en su lugar las posturas de Ian Michael, Menéndez Pidal o Colin Smith; una exquisita antología de la poesía de fray Luis de León, Poesía, (Antonio Ramajo Caño); lo propio ocurre con Fernández de Andrada y su Epístola Moral a Fabio y otros escritos, que tiene la suerte de ser editado por Dámaso Alonso y de contar con una elogiosa introducción al alimón de Juan F. Alcina y Francisco Rico; El Conde Lucanor, editado por Guillermo Serés, también se ve actualizado en un exquisito trabajo de erudición y mimo textual; incluso un texto como La Dama Duende, de Pedro Calderón de la Barca se nos antoja apetitoso y dulcificado gracias al trabajo de Fausta Antonucci; José María de Pereda, con todos los prejuicios críticos que ha sufrido, se muestra fresco y serrano (hasta donde puede ser fresco Pereda) en Peñas arriba, bajo la tutela filológica de Laureano Bonet; y, por último, una edición de las Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer, editadas por Joan Estruch, y que posee un elocuente estudio preliminar (por cierto, de los últimos que hizo) de Russel P. Sebold.
La Lozana Andaluza se ha editado siguiendo los cánones actuales de la filología moderna y del propio Centro: variantes, recensio, aparatos de notas, lectio difficilior, collatio, grafías, etc. Los encargados de tal tarea han sido Jacques Joset y Folke Gernert. En la introducción puede uno deleitarse con estudios acerca de la vida de Delicado, del recorrido que hace el impreso desde la imprenta hasta su publicación, el espacio literario que adquirió el libro, la disputa sobre los aspectos realistas de la obra, los elementos metaficcionales de la misma y el olvido, injusto, que sufrió hasta el siglo XIX. Un lujo para navegantes en estos tiempos de descrédito de los clásicos y un ejemplo de trabajo filológico que se suma a la biblioteca que todo filólogo debiera poseer por su rigor y seriedad en el establecimiento de los textos.
El Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, dirigido por Fransico Rico, junto a la editorial Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores y con la ayuda de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, está desarrollando un trabajo filológico de dimensiones ciclópeas. Con él, muchos de los textos de la Editorial Crítica -ya inmejorables para la filología- están siendo revisados y actualizados. De esta forma, podemos disfrutar de una edición renovada del Cantar de Mio Cid (Alberto Montaner) que establece novedades en la lectura del texto gracias a los últimos avances tecnológicos y que pone, además, en su lugar las posturas de Ian Michael, Menéndez Pidal o Colin Smith; una exquisita antología de la poesía de fray Luis de León, Poesía, (Antonio Ramajo Caño); lo propio ocurre con Fernández de Andrada y su Epístola Moral a Fabio y otros escritos, que tiene la suerte de ser editado por Dámaso Alonso y de contar con una elogiosa introducción al alimón de Juan F. Alcina y Francisco Rico; El Conde Lucanor, editado por Guillermo Serés, también se ve actualizado en un exquisito trabajo de erudición y mimo textual; incluso un texto como La Dama Duende, de Pedro Calderón de la Barca se nos antoja apetitoso y dulcificado gracias al trabajo de Fausta Antonucci; José María de Pereda, con todos los prejuicios críticos que ha sufrido, se muestra fresco y serrano (hasta donde puede ser fresco Pereda) en Peñas arriba, bajo la tutela filológica de Laureano Bonet; y, por último, una edición de las Leyendas, de Gustavo Adolfo Bécquer, editadas por Joan Estruch, y que posee un elocuente estudio preliminar (por cierto, de los últimos que hizo) de Russel P. Sebold.
La Lozana Andaluza se ha editado siguiendo los cánones actuales de la filología moderna y del propio Centro: variantes, recensio, aparatos de notas, lectio difficilior, collatio, grafías, etc. Los encargados de tal tarea han sido Jacques Joset y Folke Gernert. En la introducción puede uno deleitarse con estudios acerca de la vida de Delicado, del recorrido que hace el impreso desde la imprenta hasta su publicación, el espacio literario que adquirió el libro, la disputa sobre los aspectos realistas de la obra, los elementos metaficcionales de la misma y el olvido, injusto, que sufrió hasta el siglo XIX. Un lujo para navegantes en estos tiempos de descrédito de los clásicos y un ejemplo de trabajo filológico que se suma a la biblioteca que todo filólogo debiera poseer por su rigor y seriedad en el establecimiento de los textos.
Debo decir que uno de los escritores que han defendido siempre la modernidad y el logro literario de sus páginas ha sido Juan Goytisolo. Gracias a sus indicaciones pude leer la Lozana Andaluza, y releer El Libro de buen amor y La Celestina con ojos nuevos, tal y como se hace en las ediciones reseñadas.
Buenos artìculos los tuyos tb.Gracias Thomas.
ResponderEliminarMe acabad de dar otro motivo para acercarme lo antes posible a una librería. Gracias, Tomás.
ResponderEliminar¡Lo mismo nos vemos en la librería, profe! Un saludo.
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