LO PRIMERO que leí de Julián Ríos (Vigo, 1941) no fueron sus novelas u obras dispersas, sino una crítica acerca de Larva. Babel de una noche de San Juan (1984) escrita por Juan Goytisolo en Contracorrientes (1985). Como me ha ocurrido en varias ocasiones, el árbol de la literatura que es Juan Goytisolo me ha regalado muchos frutos y buenos. Reproduzco las palabras que principian “Dos aproximaciones a Larva” en el libro indicado: “La escritura es o debería ser la exploración de territorios o parcelas desconocidos de la realidad: acto mediante el cual el productor del texto responde o debería responder a la exigencia no sólo moral, sino física de inaugurar ad libitum campos insospechados de desalienación, de inventar nuevas y más amplias libertades, de propiciar al fin la anhelada reapropiación del cuerpo humano, tradicionalmente abstraído o negado por credos, religiones, ideologías. Empresa titánica que le obliga a enzarzarse en duro forcejeo con el código lingüístico comunitario, y no precisamente para devolver a su pureza primera, como quería Mallarmè, las viejas palabras de la tribu”.
De esta forma saluda Goytisolo la escritura de Julián Ríos, situándola en la órbita de aquellas obras que han supuesto un abismo inexplorado para el lenguaje y una ruptura filosófica con la manera de aprehender la realidad. No puedo resistirme a traer de nuevo unas palabras del autor de Makbara (1980) que hacen referencia, precisamente, a esa dicotomía vacua e innecesaria que la crítica ha establecido entre obras inteligibles e ininteligibles: “La prosa de Julián Ríos muestra, con su rigor sin falla y su prodigiosa capacidad de invención lingüística, que los caminos de Sterne y Joyce, Rabelais y Cèline, Cabrera Infante y Sarduy resultan perfectamente transitables. Julián Ríos maltrata, manosea, violenta, sodomiza la normalidad lingüística […]”.
Creía oportuno construir esta antecámara a las palabras que pienso dedicarle a la novela que acaba de publicar J. Ríos, Cortejo de sombras (2007), y que tan gratos momentos me ha dispensado en estos días de atosigamiento religioso.
De esta forma saluda Goytisolo la escritura de Julián Ríos, situándola en la órbita de aquellas obras que han supuesto un abismo inexplorado para el lenguaje y una ruptura filosófica con la manera de aprehender la realidad. No puedo resistirme a traer de nuevo unas palabras del autor de Makbara (1980) que hacen referencia, precisamente, a esa dicotomía vacua e innecesaria que la crítica ha establecido entre obras inteligibles e ininteligibles: “La prosa de Julián Ríos muestra, con su rigor sin falla y su prodigiosa capacidad de invención lingüística, que los caminos de Sterne y Joyce, Rabelais y Cèline, Cabrera Infante y Sarduy resultan perfectamente transitables. Julián Ríos maltrata, manosea, violenta, sodomiza la normalidad lingüística […]”.
Creía oportuno construir esta antecámara a las palabras que pienso dedicarle a la novela que acaba de publicar J. Ríos, Cortejo de sombras (2007), y que tan gratos momentos me ha dispensado en estos días de atosigamiento religioso.
Celebro tu descubrimiento, y que lo compartas... Desconocía por completo a Julián Ríos, y una serendipia ha hecho que me encuentre con tu entrada y con un relato de Cortejo de sombras. Al parecer también se acaba de publicar una Antología de Julián Rios (Fondo de Cultura Económica de Argentina):
ResponderEliminarhttp://www.fce.com.ar/ar/libros/detalleslibro.asp?IDL=6230
Y han publicado "Palonzo" aquí:
http://www.eluniversal.com.mx/graficos/confabulario/marzo-15-08.htm
El relato es estremecedor, como la prosa, con ese estilo rápido, entrecortado, tan descriptivo al principio, con esos neologismos...
¡Excelente!