viernes, 2 de julio de 2010

En la Estigia se proclamó la única noche.




Avisado quedo, pero largo y escabroso es el camino que comienza en su medianía. Largas sombras las manos que escriben sobre palabras que escapan al entendimiento recto. No confíes en las palabras que se muestran como verdaderas, que los humanos arrullan como ciertas. Ninguna palabra contiene el mundo.

Escribí sobre las primeras líneas de esas obras, entre las que está, indiscutiblemente, La Divina Comedia, refiriéndome al prodigioso hallazgo que encontramos en ellas. Señalé la naturalidad, la verosimilitud enrevesada entre los artificios y la preponderancia de la plurisignificación.
Hoy, leyendo un texto de Borges, observo que el argentino lo explicó en Siete noches, en el texto que lleva por título "La Divina Comedia" (1980): “En el caso de Dante, todo es tan vivido que llegamos a suponer que creyó en su otro mundo”. Esa percuciente presencia del autor diluido en cada palabra, en las posibles interpretaciones, es la misma que me sacude cuando leo a Homero o a Cervantes.
Para reforzar esta teoría, voy a utilizar unas palabras de Paul Groussac que utiliza Borges. Groussac viene a decirnos que uno de los mayores aciertos de la obra es la narración en primera persona. A este motivo, Borges matiza con que la retórica de Dante no supone ningún impedimento para la lectura y el disfrute de su obra.
Es obvio que me refiero, desde principio, a esta circunstancia. La Divina Comedia es la transparencia más turbadora y neblinosa que se ha escrito hasta ahora.

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En puridad, Dante persiguió aprehender el conocimiento total. Para esa empresa, se valió del lenguaje cuya semántica se ramifica. El propio Borges recuerda los cuatro tipos de lectura que Dante distinguió en el segundo tratado del Convivio, a saber, una lectura en el sentido literal (que proviene de la letra); en el sentido alegórico (escondida tras la narración); en el sentido moral (por lo que habría de estudiar otros textos de Dante de calado político y ético) y en el sentido anagórgico, es decir, en el supra sentido, en el espacio espiritual orientado a la vida eterna.
¿Cómo interpretar, por tanto, el comienzo del canto VII: “Papé Satán, Papé Satán aleppe”? Señala el editor de la obra que manejo que han sido muchas las interpretaciones que se han volcado acerca de esas palabras de Pluto. Yo me decanto por un adelanto de la jitanjáfora, he ahí el primer ejemplo del recurso en una obra clásica.

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A la pregunta de Dante por los personajes condenados, el maestro le explica que se encuentra frente a los derrochadores y avaros. En esa explicación, hay una delicada palabra que animaliza todo el texto y lo convierte en una pintura surrealista, típica del Bosco: “Bastante claro ládranlo sus voces”.
Los versos que van del 46 al 48 me han recordado la acidez de los versos de Juan Ruiz en Libro de buen amor. Los avaros frente a los derrochadores, la eterna disputa del poder intrínseco y social. Y, por supuesto, laten los versos de Manrique en cuanto la Fortuna toma presencia en las palabras de Virgilio: v. 88. “No tienen tregua sus mudanzas”.
Mudanza sin tregua, tiempo que se es ido, igualado círculo el de la muerte. Al poco de desplegar una teoría sobre la concepción de la Fortuna y de cómo estos individuos la han vejado, no puedo más que ir a las baldas y rescatar el Laberinto de Fortuna, de Juan de Mena. Quedo, con un verso de la comedia revoloteando en la cabeza (v.96 “mueve su esfera y alegre goza”) voy terminando el descenso por este Canto VII con la sensación de haber dado demasiados pasos en falso y de haber errado en la comprensión de las palabras leídas.

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En este Canto VII se produce el descenso al quinto círculo: los iracundos, los acidiosos, los soberbios, los envidiosos. Todos están sumergidos en las aguas enfangadas de la Estigia. Cuando Virgilio inquiere a su pupilo que bajen, lo hace porque como anota el editor, en el Infierno no se puede estar más que una noche. De esta forma, sigue la animalización de los allí recluidos: “No sólo con las manos se pegaban,[…]/trozo a trozo arrancando con los dientes”. Hasta que llegan al pie de una torre cercana a la Estigia, que media entre el mundo de los vivos y de los muertos, es uno de los lugares más escabrosos y tétricos: “mirando a quien del fango se atraganta”.
Si quisieres seguir el commento
del texto en que Virgilio guía a Dante,
son muchos los que dicen que han leído,
pocos con luces de este caminante.
*Ilustración, El paso de la laguna Estigia, Patinir.

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