viernes, 14 de marzo de 2014

LEO la nueva y portentosa edición de las poesías de Gutierre de Cetina. Rimas ha decidido titular el editor al ejemplar que, desde ayer por la tarde, no separo de mis manos ni de mis entendederas.
Con nerviosismo y fervor me dirijo a sus madrigales y a sus canciones antes que a sus sonetos. Los leo de corrido, caninamente, como decía Boswell que leía el doctor Samuel Johnson. Me detengo en muchos pasajes y analizo las formas versales, la selección léxica, la combinación armoniosa de todos sus elementos. Existe en Cetina un afán renacentista de aprehenderlo todo en una sola forma. Música en la palabra, drama en el pensamiento, fuerzas imperantes de la condición humana:

“Cubrir los bellos ojos
con la ano que ya me tiene muerto”
[…]


Es el tópico petrarquista de  la mano-schermo. La mano de Laura cubriendo los ojos para que el amante no pudiera contemplarlos. Quevedo, décadas más tardes, elaborará un exquisito madrigal con este mismo motivo: “A Aminta que se cubrió los ojos con la mano”. La parsimonia de su verso unido a la profunda y nutrida tradición que, en cada pasaje, puede el lector activo ir desvelando. Un gozo leído en lentitud; una manifestación de la poesía verdadera e ingobernable por estos tiempos de bagatelas, sino por el Tiempo en que ella se hace forma y canción, rima del espíritu por siempre.