jueves, 13 de marzo de 2014

THEATRUM mundi. 

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«No olvides que es comedia nuestra vida
y teatro de farsa el mundo todo
que muda el aparato por instantes
y que todos en él somos farsantes;

[...]

Versos de Epicteto con la traducción de Quevedo.  Es el Enquiridion o Manual compilado por Arriano; es un tratado estoico para los individuos y de tan incisivo verbo y pensamiento que se alza entre esos volúmenes que uno amontona en la mesa. Cada día me voy acercando más a esta forma de contemplar y entender el mundo. 
Estoicamente no soy yo estos días este yo que me acompaña a cada momento. Estas letras las escribe otro que me acompaña a cada noche y me azuza el pensamiento, pues de tan variada miseria es la realidad cotidiana para poder impregnar una luz, un recodo de profundidad en estas palabras solitarias. Esta vida contemporánea está muy replegada a las dádivas, quid pro quo. Para la literatura es nefasta la existencia de este trasvase y este mercadeo de lo espiritual; unos dicen y luego  no hacen. Al final pensaré, con Roland Barthes en el grado cero de la escritura y en la muerte del autor. 

Ayer escribía que observaba un derrumbe, sobre todo ético, a mi alrededor y que ya casi he dejado de ver la verdad al menos en destellos. Pienso que soy yo quien no los ve y que, para encontrar el inicio, el origen, el resquicio de verdad y de justicia que habita en cada hombre hay que nutrirse de silencio y soledad en acción, no en deseo.


Los maestros verdaderos no dejan huella de su influencia. Son como los elementos naturales; como el viento en la noche que esparce y altera en lo invisible. La influencia verdadera levanta y arrastra todo lo que anidaba sobre el propio discípulo y lo deja ensimismado, como había sido siempre, en su origen, en su verdad.