lunes, 31 de diciembre de 2012

Rito de silencio, Murmullo de la transparencia, Cuestión de desnudez son la misma cosa y concepciones distintas. Estas expresiones resguardan un concepto que interpreta el mundo desde los límites del ser humano, no desde los límites del mundo. Hay un equívoco ya que nuestra interpretación antropocéntrica nos confunde. Los límites están en nosotros mismos, nosotros somos los límites y así los proyectamos sobre el resto del mundo, haciendo el mundo tan pequeño cmo nosostros, haciendo el mundo tan insignificante como nosotros. Pero solo hay que contemplar la noche, contemplar el mar, que son figuras de lo eterno en la Tierra, para advertir que esa insustancial mirada es una insuficiencia. 
   
El rito del silencio comienza una danza en el murmullo de la transparencia. Y, si el poeta llega a atisbar esa esencia, no podrá si no escribir con la palabra desposeída, con la estética pura y delicada de la desnudez. Todo lo demás le parecerá sobrante, añadidos.
La realidad se muestra desplegada ante los ojos del hombre, mas este no puede atisbar más que una porción de todo ello. Los límites están en nosotros mismos y querer desvencijarlos, o, en mejor decir, los que han llegado a desvencijar esos límites con la palabra poética, han instaurado un tiempo y un espacio que no nos peternece a los mortales. Es el tiempo perpetuo que jamás viviremos, tan solo podremos tenerlo en la consciencia. 

Naturaleza se muestra transparente, como un murmullo prosigue su dinámica y cíclica progresión. Naturaleza es un eterno retorno cada vez. Ante esa disposición, el hombre tan solo puede testimoniar su lineal y finita existencia. Acaso querrá fundirse en ese ciclo cuando haya muerto. ¿Qué cantó J.R.J. a los pájaros que seguirán cantando?

En ese murmullo que casi no se percibe, el silencio parece un rito estruendoso. Escucha, esucha dentro de ti y notarás una algarabía. Sosiega el ánimo, diluye las estridencias en Naturaleza, trata de armonizar el silencio interior con el silencio exterior: ese es el rito del silencio. Puede que llegues a escuchar la música del mundo. 

La estación azul del poeta reside en nombrar la realidad: es la cuestión de desnudez. El poeta va desnudando la realidad, no haciendo crecer en ella una nonata realidad, sino que muestra la que ya existe de profundo. En ese nombramiento de lo existente, pero velado a los ojos, el poeta se enfrenta a un entendimiento cuyas razones son luminosas o no son. 

El poeta no nombra una realidad nueva, el poeta nombra una realidad existente, velada hasta entonces al hombre como en una vigilia. El poeta, en el rito de silencio, en el murmullo de la transparencia, eleva su espíritu a la cuestión de la desnudez.