sábado, 24 de enero de 2009

AQUÍ EL LICENCIADO.

Entra el Licenciado con mucha mugre pegada a sus ropas. Es típico y tiene por costumbre que le pida su vaso de manzanilla mucho antes de que llegue: “La presencia antes que nada, joven”, me dice al llegar. Mientras se hace un hueco entre el gentío, se esboza en mi cara una sonrisa que me delata. El licenciado, ése hombre que acompaña y acompasa las más de las tardes, viene cojitranco, pertrechado con su maleta de antaño y con sus ojos de niño. Su espalda encorvada denuncia su vejez. Hubo tiempos mejores.
-Joven no gano para sustos, ¡Qué país, qué puterío más enorme, qué piltrafa de políticos, qué malandrines estos politicastros de la mafia!
- No será para tanto, Licenciado, hubo tiempos peores. Tiempos de reyes y presidentes, de francos rufianes del poder.
-¿Peores, dice? Recuerdo que Maura llegó a la Plaza Mayor en coche, acompañado por un Azaña inocentón y cagaleta, y que arrebató el mando a todo quisqui de la gobernación cuando lo que había era un gobierno provisional. Cogió el teléfono y comenzó proferir órdenes por aquí y acullá, espíritu español.
- No compare, Licenciado, estamos en otros tiempos. Dejemos el pasado para el recuerdo.
- Tiene razón, si la cosa siempre ha sido igual. Aznar dice que Obama es un “exotismo histórico”; el Gobierno ha negado la crisis hasta que se le ha puesto la soga apretada. ¡Qué demonios, si aquí todos van a la misma palangana!
- Pasado…recuerdo… Un día soñé que las portadas de la prensa estarían llenas de mujeres de la política posando sus palmitos; luego, advertí que el espionaje estaba demasiado tiempo escondido y que como un conejo de campo, atravesaría el noticiario. ¡El colmo es Sebastián, el bombillero, el joío quiere que compremos made in Spain! ¿Qué pantomima esta de los Alpes? Válgame dios y que baje…
-Licenciado, debe usted entender que la picaresca nació aquí. ¿No decía el Buscón, de Quevedo, que su padre era “sastre de barbas y tundidor de mejillas”, cuando era un barbero y de los malos? Anda hombre…
El licenciado se levanta. Pide otro vaso de manzanilla y se lo toma de un golpe. Cuando vuelve, recoge su maleta y se despide. Aparece un vendedor ambulante: ¿made in Spain?, le pregunto. El joven sonríe. ¡Barato!, me responde. Ah, entonces ya está.

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