LA tarde aparecía desnuda. Gris en sus senos, taciturna en el aire que la envolvía. Nos desplazamos al río de la ciudad y desde allí, con E. y F., comenzamos a fijarnos en las aguas que venían raudas por su cauce. Corría el agua como la vida, más aún, como un recuerdo sin figura.
Todo era una delicada observación: F. con sus ojillos revueltos lo anunciaba todo, E. ya conoce el primor de los nombres. Mientras, nosotros en espera de todo, contemplando sus cuerpos y sus días con la emoción contenida de la infinitud.
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La leve transparencia del ser es un don y un conjuro del origen. Su rastro no es rastro, es luz. Los nombres no dicen nada ella solo la invocan. Nada somos sin la transparencia pero somos todo en ella.
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La cultura y el conocimiento de la misma conducen por sí mismos a la innovación y la modernidad en enseñanza. Todo cambalache del fundamento cultural y artístico es una impostura que atiende a otros criterios de mercado o de egolatría.
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Me apena la muerte del escritor Sergio Pitol,-a quien llegué con Vila-Matas y me llevó a Thomas Mann-, con él recorrí el tañido de una flauta, bailé con Mefisto en lo metaliterario y pude advertir la línea de sombra que toda obra contiene hacia la verdad.
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Me alegra que la contemplación siga siendo un espacio de vida compartido.
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Toda armonía es un eco coral del universo.
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La realidad sucede a pesar de su imposibilidad.