Al paso del tiempo los libros siguen con uno siempre a cada paso, como centinelas perpetuos; ora en casa ora en cualquier otra parte, no puede uno más que abrir un volumen y comenzar a leer. De igual modo, desde hace quince años escribo esas lecturas, la vida, en un diario.
"Escribir la lectura". Vida y literatura han ido haciéndose el haz y el envés de lo mismo, confundidas en un rumor oculto y permanente. Horas entregadas a los libros, pero nunca ajusticiando a los que no leen. Ahora, en este tiempo, el que lee un libro es Séneca y así lo expone.
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