viernes, 9 de diciembre de 2011

LA poesía es símbolo trascendente, desde la limitación natural del racionalismo hasta donde la palabra vuelve a edificarse nonata y nuevamente armonizada: el tañido luminoso de la noche. De ella se desprende un aroma auroral que identificamos, intuimos, como el desvelo de otro estado al que ansiamos asirnos. Asirse a la poesía es recorrer la parábola de la humanidad.