AFIRMA Sennet que lo público
ha modificado la intencionalidad del artista contemporáneo, que ha ido
alterando la dignidad interna que debe detonarse en todo aquel que decide
dedicar sus días a la creación con la palabra, la música, la pintura o la escultura. Es por eso por lo que quiero
apartarme de todo, únicamente por humildad, modestia y moral.
El escritor no se
conforma con ir macerando su obra con la lentitud requerida para que el
resultado, al menos, no se presente grotesco y fatal. No se conforma con la
satisfacción íntima y personal, que solo habita en los límites de su vida, sin
que ello deba obtener el reconocimiento público. Estas condiciones, las entiendo como los cuidados mínimos que la consciencia procura
para la creación artística, en esa
consciencia en la que lo público solo debe venir como añadido, como un colofón nunca
buscado, solo sobrevenido, a posteriori.
Sin embargo, la
pauta es la contraria, es lo que Curtius llamaba “el mundo al revés”.
Esta característica de
lo contemporáneo sucede porque existe un vacío moral en que nadie actúa como
autoridad o modelo y en que nadie busca una autoridad de la que ir tomando
ejemplo en la ética estética. Esa circunstancia provoca que los egos se
disparen y se crean con las virtudes suficientes de cualquier otro escritor, al punto, que
esa falta de referentes, lleva a que todos quieran apropiarse de lo que no les
corresponde o que se crean merecedores para situarse ahí, en la ejemplaridad, en
lo que Sennet llama lo público.
Es habitual observar
cómo la canallesca casta literaria de este país va agrupándose alrededor de una
propuesta estética (si es que algunas llegan a alzarse como estéticas) o a un
señor que tiene poder en los medios de comunicación o a un señor que tiene influencias
para poder editar a un amigo o a un ser que puede llevar nuestra palabra a un
soporte público. ¿Cuántas veces no leemos la crítica de un libro que ha escrito
un amigo y, al tiempo, observamos que el otro amigo hace lo propio? ¿Cuántas
veces no lee uno palabras benevolentes que se enlazan al lugar en que ese amigo
las lanzó? ¿Cuántas veces no comprueba uno que alguien se dedica a reseñar los
libros de unas editoriales concretas y que, al tiempo, ese señor termina editando en
esa editorial? Y bien, ¿qué tiene que eso de Literatura?
Quiero decir que la
mayoría de los escritores actúan amparados por una relación de causa con la que
intentan aupar y alzar su voz en lo público, sea cual sea su obra y sin tener
en la mollera que lo público es un espacio del imaginario que no les pertenece,
sino que solo puede ser invadido por lo genial, singular, ejemplar,
extraordinario o magistral. Pienso que la escritura en Internet ha ayudado a
expandir este imperio del ego que sobrecoge la creación literaria y a
principiar estas posturas tan infames.
Aborrezco esta
vanidad descontrolada y la denuncio abiertamente, a pesar de que sea ya tan
antigua, y comienzo a pensar detenidamente en cómo hubieran actuado Rilke o
Tólstoi en estos años y así tengo por seguro que sus denuncias y sus actitudes
hubieran sido, siempre, ejemplares, de
eso no cabe duda ni sospecha.