viernes, 2 de diciembre de 2011


PUDIERA resumirse en dos posturas el acercamiento de la poesía al poeta. Las dos posturas provienen de la misma respuesta que ofrece el poeta a la poesía: la insuficiencia de la palabra para nombrarla. 
Ante la consciencia de esta incapacidad (la consciencia imprescindible y previa), de este ir haciéndose de una palabra que nunca será suficiente, la dirección que toma la palabra del poeta puede ser doble. O bien el poeta quiere negar su capacidad de armonización (y Parra es un ejemplo de ello) o bien persiste en su sustancia musical, en tañer el eco de la melodía de Orfeo. 
Ambas son dignas, siempre lo he dicho, si son verdaderas, pero una se dirige, a veces, sin control, hacia lo vacuo, lo banal, lo intrascendente llevado a la poesía. Y la otra, la estirpe de Orfeo quiero referirme, encuentra, a veces, el latido peregrino de la humanidad en sus palabras.