martes, 13 de diciembre de 2011

DECIDIDAMENTE, iré abandonando lo público para encontrar acomodo en lo más profundo. Este latir incesante que se mantiene desde hace casi un lustro, me ha convencido. Ya, lo que viene, es la soledad.
Como en la vía purgativa de antaño, si uno sobrevive a sí mismo, ha llegado el momento radical de desasirse.  

Será todo, entonces, una brevedad. Y este cuaderno solo ofrecerá la reminiscencia de la escritura. Lo utilizaré para presentar las anotaciones al margen de lo que verdaderamente sustancia la escritura.
Es cierto que, en este Diario, he escrito, en muchas ocasiones, que no sé cómo se puede escribir en ensayo, en entrenamiento, dejando lo trascendental para después. No he sabido hacerlo hasta que, en la voz ajena, he comprobado que la literatura debe ser un pacto secreto, urdido en la negrura de lo privado y que , solo entonces, -quizás ya sin nosotros en la Tierra-, podrá aspirar a lo público. Como San Agustín, las palabras deben ser semillas de la luz, pero no debemos olvidar que las semillas nacen de lo oscuro, lo profundo, lo abonado que aspira a mantener su cuerpo entre la oscuridad de la tierra y la altura en la lucidez del espíritu.            

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"Nunca he vivido el presente; mi vida es toda de recuerdos y esperanzas", JRJ.

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CON EL TIEMPO, he ido perdiendo convicciones y destrezas personales e incluso ciertas actitudes que creía necesarias para vivir. Hoy solo me importan, de todo ellas, tres o cuatro valores que son los que sostienen.  Antes, veía que poseía cualidades personales; hoy, esas mismas preferencias se han vuelto secundarias. Hay una personalidad, pero los fines son otros. Ya he cruzado, como decía Conrad, la línea de sombra.  
Los años también han provocado una bifurcación entre la vida en familia y la vida en literatura. Por mucho que se crucen y que se nutran, las voy distanciando a conciencia. En el hogar, propiamente un fuego, debe mantenerse el amor perennemente. En la literatura, debe ser el amor perennemente. 
Me observo como especie. Cómo vivo junto a MC, qué circunstancias vamos solventado y qué felicidades nos amparan; qué sueños compartimos desde lo más arraigado. Con eso me basta para apreciar la esencia de la vida, con eso me basta para sentirme consonante en el acorde debido.