viernes, 16 de junio de 2017

Esfinge y espigas. La lentitud de las luz.

CAMINO secreto el de este diario. Sendero oculto de un solo individuo que escribe tras leer, que escribe tras vivir, que lee para vivir. Sonoras y, al tiempo, insomnes estas palabras que vuelcas casi a diario. Sin rumbo, norteadas tan solo por el hecho de estar en el mundo.

Cada vez son más lentas estas palabras, pues contienen un símbolo cada una de ellas. Lentas y repletas de búsqueda. Nunca estuviste más lejos de la confirmación.  

Elipsis de los días que son elipsis de la vida. todo lo que sucede en el blanco es en el fondo la esencia. El silencio es plegaria ya para los pájaros que escuchas en la mañana. Con Monteverdi todo es diáfano y reluciente para ti. La naturalidad de la poesía que no existe es tan deseosa como un sueño tirado por los caballos de Parménides. La esfinge ha resuelto susurrarte al oído.  Suelta ya la espiga de tus manos y déjala caer a la tierra volátil de la levedad.      


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La sacudida azul de la mañana revierte la ascensión a este camino en sortilegio y paz, en transhumancia hacia el salmo bendito de la noche.
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Suena Monteverdi al tiempo que la luz de la mañana órbita en los ojos. Por unos instantes se ha desvelado una verdad que no sé descifrarla.

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La historia de los falsarios en literatura viene de antiguo, pero no de los que saquen sin mencionar, sin citar.
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Me ha pasado en varias ocasiones, pero cuando leo algo que me han copiado, en el fondo, lo tomo como una adulación secreta.
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Hay quien encuentra, en poesía, el sendero y calla; quien no lo ve nunca y quien cree estar en él aun no habiéndolo transitado nunca.
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Antes de que la noche dé en tus ojos cuida el tacto márfil de tus días;
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Con el tiempo, he podido comprobar que hay dos actitudes que me provocan una gran repulsa, en vida y literatura: la falsedad y la codicia.