"SI la literatura no existiera esta sociedad mo se molestaría en inventarla. Se inventarían lasa cátedras de literatura y las páginas de crítica de los periódicos y las editoriales y los cocktails literarios y las revistas de cultura y las becas de investigación, pero no la práctica arcaica, precaria, antieconómica que sostiene la estructura", añado yo, de la práctica literaria de leer y escribir.
Este pasaje pertenece a Prisión perpetua, libro del argentino Ricardo Piglia, uno de mis más admirados escritores. El pasaje lo tenía subrayado y anotado en la libreta desde hace, justamente, una década, pues la primera edición en Anagrama es de octubre de 2007.
La había guardado co celo, para mostrarla justo cuando cayera en la consciencia, de lo que sucede a mi alrededor, de que la literatura, como tal, hubiera quedado relegada, aún más, a lo frugal y accesorio.
Es cierto, la podía haber revertido hace años, pero hoy me siento con una melancolía "negra", de tuétano y espanto. Por eso acudo a los libros y a sus páginas, a los subrayados de siempre, a los que terminan por reflejar la sombra de mí mismo.