Y hoy suena, de nuevo, la obertura de Tanhäuser de Wagner mientras escribo estas notas pasajeras de diario. Es tiempo vespertino y torcal ahora en mis manos, leve sonido de los huesos esgrimiendo palabras en un papel. Puede que, con el tiempo, alguien asome a estas letras, a estas conjeturas de un hombre solo. Y puede que encuentre quizás un motivo que hilvane esta sospechosa y errabunda manía de escribir.
Porque leer se ha puesto al rojo vivo y desnudas las ideas hacen daño al oído del grito y la sinrazón. Se ha perdido la humildad y el conocimiento como gozo estricto en sí mismo, ahora solo vale la mecánica del yo a cada paso. Así, la literatura, el cuerpo escrito de la condición humana, va diluyéndose en su noche y desmemoria. Y acabará todo como un velo y una raíz desnuda, sin más adornos que la propia ausencia. Porque, en definitiva, todo se halla en nosotros.