miércoles, 20 de febrero de 2019

AFIRMO.

AFRIMO que quien tenga la cualidad de hacer verosímil el pasado que nunca fue está creando una nueva realidad y, al tiempo, relegando la verdad de lo sucedido a una posible secuencia literaria. Por tanto, equipara así la vida a la literatura.

Y hoy suena, de nuevo, la obertura de Tanhäuser de Wagner mientras escribo estas notas pasajeras de diario. Es tiempo vespertino y torcal ahora en mis manos, leve sonido de los huesos esgrimiendo palabras en un papel. Puede que, con el tiempo, alguien asome a estas letras, a estas conjeturas de un hombre solo. Y puede que encuentre quizás un motivo que hilvane esta sospechosa y errabunda manía de escribir. 

Porque leer se ha puesto al rojo vivo y desnudas las ideas hacen daño al oído del grito y la sinrazón. Se ha perdido la humildad y el conocimiento como gozo estricto en sí mismo, ahora solo vale la mecánica del yo a cada paso. Así, la literatura, el cuerpo escrito de la condición humana, va diluyéndose en su noche y desmemoria. Y acabará todo como un velo y una raíz desnuda, sin más adornos que la propia ausencia. Porque, en definitiva, todo se halla en nosotros.