sábado, 27 de noviembre de 2021

Amor y amistad: secuencias del yo

DIRIMIR  en el suceso del tiempo aquello que somos de aquello que deseamos ser es la tarea de vivir. A esta acción se enfrentan no pocas veces la naturaleza del hombre: la vanidad, el egotismo, la exaltación del yo. Música plural y abandono del monocorde.  

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Como escribe el mejicano Carlos Fuentes en En esto creo en "Amistad": "Lo que no tenemos lo encontramos en el amigo".  Con la amistad ocurre que los sentimientos del hogar, de alcoba, traspasan esos límites y crecen. Es una forma de hermanar el uno con el nosotros que, además, nos difumina de nuestro individulismo. 

Aprender a amar al otro es un ejercicio de liberación supremo para vivir. Amar sin intereses particulares, ni en busca de un beneficio. Amar, puramente, amar, nos aleja lo peor de nuestra condición y nos abriga con la pluralidad necesaria para ser mejores, voz plural y fuera de todo ensimismamiento. 

Con el tiempo tomo cada antídoto contra mi yo porque lo veo el peligro acechante de dejar de vivir. Abrirse al otro es renunciar a lo peor de uno mismo, una liberación de lo que nos corrompe como individuos. El amor es la solución al entramado de relaciones entre el mundo y el individuo. 

No es la amistad la ciega andanza con el otro, haga lo que haga o diga lo que diga; hay una responsabilidad plural en lo que creemos de los demás y en sus respuestas. A veces, la amistad sirve para conocer dónde se rompe el pacto amatorio y por qué, para conocer la faz de la irresponsabilidad y el vacío de ética. 

Como decía Agnes Heller, la ética es un asunto de responsabilidad personal pero una responsabilidad que tomamos en nombre de otra persona; es nuestra respuesta con el otro. Y esa ética corona una moralidad de la que somos responsables todos.  

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Con la sinuosa presencia del invierno asoma en uno el impulso de la escritura.   

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La felicidad es el cumplimiento del bien. Y con Marco Aurelio: "Por eso se debe desear sólo aquello que está en conformidad con el bien común. Quien orienta sus actos hacia ese fin obtendrá la felicidad". El propio Tolstói lo afirma en El camino de la voda (Acantilado): "Los bienes reales son pocos numerosos. El verdadero bien, la verdadera felicidad es aquello que es un bien y una felicidad para todos". 


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