La noche vibra como un solo de trompeta desde que M.C. se fue a Roma. Lleva allí dos días, los justos para que el desequilibrio comience a demostrar hasta dónde la ausencia establece la geometría del yo. Porque he comprobado que uno se hace en los demás, incluidos los plurales de los que formamos parte. Somos yo en el nosotros, gracias a la pluralidad podemos entendernos y obtener una idea del yo más completa.
El silencio en la casa es como un pentagrama que espera una melodía. No he podido empezar a leer plácidamente a Vila-Matas y a Julian Barnes, Nada que temer, no he podido, aquí las tengo, una sobre la obra. La foto de la portada del libro de Barnes tiene como elemento central un reloj en color cobre. La imagen del reloj está atravesada por una mariposa. Pienso, por unos momentos, que soy ese reloj congelado, repetido en cada volumen, sustentando el mismo color. La mariposa que lo atraviesa, que le otorga el colorido y el contraste y que hace que su presencia sea realmente importante es M.C. Ella es hoy, para mí, la mariposa que despierta la redondez difuminada de estos días quietos.
Por el contrario, la portada del libro de Vila-Matas está compuesta por un señor que corre, por un puente, con el brazo izquierdo extendido y queriendo atrapar su sombra. El abrigo que lleva puesto, dada la velocidad, está levantado por la espalda. Toda la ilustración es un claroscuro en que la sombra y el brazo extendido hacen de puntos de atención. Estas últimas semanas me siento como ese señor que corre enfurecido y raudo tras su sombra, que siente cómo él mismo es imposible de cautivarse en el silencio o la lectura. No sé hasta cuándo durará estas aspas del tiempo que lo revolotean todo y lo enturbian todo. No sé, más bien quiero empezar a leer esta noche, Dublinesca, a lo mejor al terminar la lectura ese señor es la sombra y la sombra es el señor o yo dejo de ser el hombre que se busca en el reflejo y encuentra a M.C sosegada y sonriente. Sería entonces todo como una de esas fuentes que brotan por Roma incesantes desde hace siglos.
¡Cómo me recuerda tu entrada la imagen petrarquista de la mariposa entrega a la llama de amor...!
ResponderEliminarEstuve a punto de nombrar ese tópico petrarquista en la entrada, pero se disolvió entre las manillas del reloj. Gracias, Jaime, por tus palabras. Salud, siempre.
ResponderEliminar