CON naturaleza uno debe hallar el rumor oculto de armonía. Suscitado, compuesto de perplejas esencias inviables a los ojos, nuestro cuerpo allí, acaso la existencia se transforma en una cuestión de desnudez.
El surco de las piedras tratan de soliviantar el paso del agua, mas el líquido fluye, busca su paso incontenible a pesar del impedimento. Comienzan las sombras a desdibujarse, a convertirse uno mismo en fontana transparente y sinuosa. Es un trance, un rito de silencio y soledad sonoros.
En ese punto, la poesía es tan solo mueca en el orbe y el confín. Un piélago insonoro e innecesario.