SUENA, como de costumbre en época estival, Chopin. Siempre me pareció un prodigio para los humanos poder escuchar la música de este compositor. F., aquí a mi lado, pachucho de vientre y atento al piano, escucha, por momentos, el compás del Nocturne in B-flat minor Op. 9 No. 1.
En la mesa he amontonado un puñado de libros escogidos al azar en ese juego de selección azarosa y fortuita que tanto me agrada. Apollinaire, una antología de Lírica española de tipo popular, Lecturas para minutos de Hesse, Alicia a través del espejo y los Cuadernos de Valéry. Siempre sucede un cedazo en la literatura que vincula los libros aun sin que ellos hayan surgido con ese propósito.
"-Dice que solo dijo que "si fuera"...afirma una de las reinas rojas que se encuentran con Alicia.
Ese aserto bien guarda toda una teoría de la realidad y la ficción; en ella misma, en su construcción, la literatura se autoafirma para desvencijarse toda.
Cuando acabo de leer este pasaje, -y mientras F. observa los dibujos de las dos reinas que rodean a Alicia-, leo en Herman Hesse:
" El sentido y la esencia no están detrás de las cosas, están en ellas, en cada cosa".
Y, entre Alicia y Hesse, trato de edificar una suerte de entendimiento de la realidad circundante. La realidad como lo primario, como quería Aristóteles, pero igualmente como el misterio más cercano de esa esencia. En uno de los poemas a Lou, en el XXXVI, escribe Apollinaire los siguientes versos:
"esta mente que dono
a tu gracias, oh demonio,
oh pura desnudez
de la CLARIDAD
del pálido verano"
La poesía de Apollinaire, en estos giros de calado lírico, me conducen a los trancos musicales de Chopin, también de Satie, por no faltar a la verdad. Los leo de nuevo, sobrecogido ya por los nuevos Nocturnos que siguen sonando en la casa. Casa que solo habitamos F. yo como dos ermitaños sonámbulos y peregrinos de no sabemos qué ciencia.
Y, por último, la lírica antigua. Y el sur atlántico de mi infancia que detona en el recuerdo el fraseo y la cadencia del paso de la edad. Ora meditativo ora en estado de melancolía, leo los versos de Gil Vicente con F. entre los brazos:
"Soledad tengo de ti,
¡oh, tierras donde nací!